Saturday, July 22, 2006

LIBERTAD EDUCACIONAL Y RELIGIOSA EN CHILE

En el diario "La Discusión" (principal diario de la provincia de Ñuble, VIII región), salió publicada la siguiente noticia el pasado miércoles 19 de julio:
En una declaración titulada "Educación, familia y pluralismo", el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile entregó sus aportes al debate en torno a la educación y a la propuesta de reforma constitucional sobre la materia. Al respecto, el obispo de Chillán, monseñor Carlos Pellegrín Barrera, destacó la identificación que la iglesia ha tenido desde hace décadas con la educación de los chilenos, y resaltó la valoración que ésta hace de la persona. La Iglesia Católica, según señaló monseñor Pellegrín, llamó a garantizar por ley un sistema educacional plural, de calidad, accesible a todos los chilenos y chilenas, conforme a los principios morales y religiosos de cada persona. Al mismo tiempo, el prelado hizo una férrea defensa del derecho a la libertad de enseñanza. “Es sumamente importante proteger la libertad de enseñanza. Eso pasa por asegurar la posibilidad de que cada colegio tenga un proyecto educativo. Para nosotros es fundamental que esto ocurra tanto en la educación municipal como particular tengan. por lo tanto, los esfuerzos del estado por elevar la excelencia, se deben basar en este aspecto”, señaló. Monseñor Pellegrín aclaró, además, que esta postura de la Conferencia Episcopal no significa mermar el derecho a la educación, como sostuvieron los estudiantes secundarios durante la movilización. “Yo creo que el tema hay que tenerlo claro. Cuando se habla de libertad de enseñanza significa que el Estado tiene que dar el ambiente para que diferentes iniciativas de educación coexistan. Obviamente cada colegio que se crea debe estar bajo la autoridad del Estado, el que tiene la obligación de garantizar que éste se enmarca dentro de las prioridades educacionales del país”, afirmó.
Ante estas declaraciones del obispo de Chillán, mi vecino, me indigné por la propaganda engañosa que ellas pueden representar y decidí contestar con una carta al director del diario "La Discusión", la cual salió publicada hoy, 22 de julio, en el mismo diario (www.diarioladiscusion.cl) levemente editada, claro está, por el director, pero sin perder la idea central (creo). Espero que disfruten leyéndola, tanto como yo disfruté escribiéndola y viéndola publicada:
Señor Director:
Es sabido que “un texto fuera de contexto no pasa de un pretexto”. Y algunas declaraciones, cuando sacadas de su contexto histórico, pueden, de hecho, tornarse un mero pretexto.
Me han sorprendido las declaraciones del Consejo Episcopal de Chile sobre la libertad religiosa en educación, así como me han sorprendido las declaraciones que al respecto ha hecho el obispo Pellegrin. Esto porque, si mal no recuerdo, fue precisamente esta institución político-religiosa, la Iglesia Católica Romana, que históricamente se opuso tantas veces a las libertades educacionales que en este país se quisieron implementar desde tempranos períodos de nuestra república (y antes). Basta recordar la hazaña que Don Bernardo O’higgins quiso realizar al llamar personalmente al evangélico colportor de la Sociedad Bíblica, señor Diego Thompson, para implementar el sistema lancasteriano de alfabetización. Gracias a la presión política de la Iglesia Católica Romana, Thompson tuvo que abandonar el país y todo el sistema lancasteriano fue abandonado. Podemos también recordar cómo el pastor David Trumbull en Valparaíso se vio obligado a crear en 1869 la Escuela Popular para dar educación a los hijos de no-católicos en situación de pobreza, por el simple hecho de que las instituciones educacionales católico-romanas no los aceptaban.
Y podemos también recordar episodios más recientes, tales como la intensa lucha que hubo en este país por la aprobación de la ley de igualdad de cultos. No fue poca la presión política del romanismo para que este proyecto de ley fuera modificado y no hubiera igualdad de rango entre la Iglesia Católica Romana y otras instituciones religiosas. Vimos declaraciones públicas de obispos en las cuales apelaban para la antigüedad y otros argumentos sentimentalistas y anti-republicanos para no lograr la igualdad y, por lo tanto, plena libertad de cultos en Chile.
Sin embargo, la ley de libertad de cultos fue aprobada en 1999 y, en términos prácticos, se está caminando en pro de hacerla cumplir, buscando, por ejemplo, implementar clases de religión evangélica en los colegios municipales – tema a favor del cual la Iglesia Católica Romana nunca se manifestó en los tiempos que poseían la hegemonía de las clases de religión en las escuelas municipales. Ciertamente, este apoyo católico-romano de hoy a la libertad de educación religiosa y confesional no es un apoyo histórico.
Creo en las instituciones educacionales confesionales y creo que el Estado debe facilitar las condiciones para que funcionen, ya que ellas garantizan la libertad a recibir una educación de acuerdo con los valores religiosos adoptados por la familia de cada niño y joven de este país y, por esto, concuerdo con lo dicho recientemente por el Consejo Episcopal de Chile y por el obispo Pellegrin. Sin embargo, no dejan de sorprenderme sus declaraciones.
Me sorprendo y espero que esto sea una señal de verdaderos cambios en el seno del romanismo y no una mera adaptación del discurso con miras a mantener privilegios históricos.
Jonathan Muñoz Vásquez
Pastor Iglesia Presbiteriana de Chile

Thursday, July 06, 2006

(bosquejando una opinión reformada) SOBRE POLÍTICA EN CHILE III

(Continuando... la tercera parte y final del texto)

Nunca me sentí muy atraído hacia la derecha clásica (UDI, RN), inicialmente por prejuicio (lo reconozco), pero hoy tengo razones claras y entre ellas está la siguiente: su conservadurismo behaviorista – motivación filosófica por la cual muchos de ellos han apoyado históricamente a Pinochet – y su pleitesía al catolicismo romano – que es cómo se manifiesta muchas veces la derecha en Chile – no me representan en absoluto. Pero, sobre todo, de la derecha no me representa su apoyo explícito a un sistema económico que considero perverso, un sistema que valida el egoísmo y la opresión al pobre y desvalido, este sistema no sólo reconoce el egoísmo humano como una realidad – lo cual es bíblico y, por lo tanto, mucho más realista que Marx o Rousseau – sino que va más allá: legitima pecados como la codicia, la ambición o la usura. Y los torna el motor por el cual la economía y las sociedades avanzan. Una cosa es ver que, por los misteriosos designios de Dios, las naciones se enriquecen debido a la opresión y a la ambición de sus latifundiarios, industriales o banqueros y otra muy distinta es decir que la riqueza obtenida de esa manera agrada a Dios y le glorifica. Soy calvinista y entiendo que mi fin último como individuo, como ciudadano y como parte de una sociedad organizada políticamente, es glorificar a Dios y lo que le glorifica es obedecer Su voluntad revelada en la Escritura (pregs. 1 y 2 del Breve Catecismo de Westmisnter). Aunque en sus designios ocultos Él opte por glorificarse a sí mismo a través de la pecaminosidad humana, eso no me da derecho a legitimar la corrupción humana; las cosas ocultas pertenecen a Dios, las reveladas son para obedecerlas (Dt. 29.29). ¿Haremos males para que nos vengan bienes? “¡Claro que no!” respondería el apóstol Pablo. Hermanos defensores del capitalismo neoliberal: no confundamos las cosas, algo puede ser legal, pero aún así ser inmoral, sobre todo para un cristiano. ¡Y viceversa también! Muchas veces lo moralmente correcto también puede ser declarado ilegal por un gobierno o una sociedad.
Por otro lado, hoy no me siento nada de atraído hacia la izquierda. La izquierda verdadera, la marxista, no me representará jamás por las razones que ya dije: no soy materialista, creo en un Dios personal y soberano que creó todo lo que existe y que tiene control sobre la historia, dirigiéndola hacia donde le place; es Dios quien mueve la historia, no la lucha de clases. Tampoco creo en la dignidad y bondad humanas per se, pues la dignidad humana existe por analogía: somos imagen y semejanza de nuestro Creador, Dios, y eso nos dignifica como criaturas y habiendo sido creados buenos, nos hemos desviado de Dios y somos pecadores y transgresores. Además, considerar que Dios podría o no existir (agnosticismo) no es para mí una postura razonable, es lisa y llanamente: blasfemia, dureza de corazón y necedad (Sl 14.1; Rm 1.18-25), pues, como diría Francis Schaeffer: “He is there and he is not silent”. Él es el Dios que se ha revelado en la creación y en su infalible Palabra.
Entonces, como buen chileno, ¿mi alternativa política podría ser algo más “moderado”, así como PPD, DC, PRSD o PS? Exactamente por las mismas razones que no apoyo a la derecha histórica, no apoyo a esta nueva derecha, llamada “Concertación”, que se ha ido perfilando en el poder. ¿Pero veo alguna diferencia entre ellas? Claro que sí: que la derecha histórica apoya el sistema económico perverso explícitamente, mientras que esta nueva derecha lo hace de manera un poco (sólo un poco) más velada. Y no me gusta la sensación de que los poderes políticos me están metiendo el dedo en la boca, entreteniendo a los chilenos con una serie de medidas-parches. Además, dentro de este híbrido concertacionista hay sectores que le rinden tanta pleitesía al catolicismo-romano como la extrema derecha. Y, para colmo de contradicciones, cuando las cosas se ponen complicadas y hay que obtener el voto popular, hacen una serie de declaraciones humanistas que apelan a la dignidad del ser humano per se y a la necesidad del diálogo porque, al fin y al cabo la verdad no existe y debemos entre todos construirla en la intersubjetividad. Si por lo menos fueran consecuentes con este discurso anti-cristiano los respetaría, ¡pero no lo son! A la hora del veremos, simplemente imponen lo que les parece mejor a ellos, al fin y al cabo ellos mandan y nosotros, el pueblo, no sabemos nada de democracia, por el sólo hecho de que no levantamos el dedo frente a las cámaras durante la dictadura militar. Así actúa el poder concertacionista: como una red interdisciplinar que nos educa para que seamos cada vez más dóciles (si tiene dudas sobre esto, lean a Michel Foucault) y dispuestos a tragar lo que nos traigan… aunque sea basura.
Estas son las alternativas que el mundo nos presenta, proponiéndonos una falsa antítesis a través de la constante pregunta (muchas veces silenciosa): ¿eres de derecha o de izquierda? El mundo siempre nos hace eso. Nos tiende trampas diciéndonos: “¡ya pues! ¡Posiciónate! ¿Derecha o izquierda?” Y nos presenta dos opciones como las únicas posibles o, en su defecto, alguna mescolanza entre ellas. Y los creyentes nos quedamos estupefactos; analizamos lo que oímos desde niños en casa, recordamos los reportajes de la T.V., pensamos en Pinochet y sus medidas socio-económicas y, finalmente, decimos: “¡Derecha!”, “¡Izquierda!”, “¡Centro-Izquierda!”, “¡Centro-Derecha!” y así caemos en la trampa, tragándonos por entero el binomio humanista naturaleza/libertad sobre el cual se basan todas las posturas políticas conocidas en el mundo hoy. Este binomio naturaleza/libertad es el gran tema de la modernidad, que puede resumirse en la pregunta: “¿somos seres determinados por nuestra naturaleza en términos de causa-efecto y leyes naturales o somos seres libres que no pueden ser determinados por nada y que optan qué es lo que quieren ser en plena autonomía?” Esta pregunta ha sido respondida de diversas formas y, en el ámbito de las organizaciones sociales, las distintas respuestas a esta pregunta han generado las posturas políticas que hoy conocemos. Sin embargo ninguna de las respuestas es correcta para un cristiano por una simple razón: la pregunta está mal hecha. ¡Tal binomio (naturaleza/libertad) no existe! Dios es absolutamente Soberano sobre todo el Universo y Él es un Ser Personal y totalmente libre, que no está determinado por nada que no sea su propio Ser y Carácter, y Él creó al ser humano libre y cuando ejercemos nuestra libertad Él cumple y realiza sus designios soberanos. ¡Para quien entiende estas verdades bíblicas, no hay contradicción!
Pero, otros creyentes, cuando confrontados con el tema de la política, caen en una trampa más denigrante, cuando ante las opciones presentadas (derecha, izquierda o sus intermediarios) dicen: “¡La política es del demonio! ¡Es del mundo! Ella dividió a mi familia, dividió a mi iglesia, dividió a los chilenos. Así que un cristiano no debe meterse en política. Nunca voy a hablar de política ni me voy a manifestar al respecto” y así caen en un binomio que tal vez sea aún peor, ya que nos aliena de la realidad social que deberíamos influenciar como sal y luz (Mt 5.13-16) y nos hace posicionarnos de igual forma, sólo que de manera inconsciente, ya que no existe ser humano que no tenga una postura política, puesto que todos tenemos valores, anhelos y sueños para nuestra sociedad. Los que adoptan esta última postura caen una herejía que San Agustín ya combatió y deshizo en el siglo IV: “maniqueísmo”, una especie de neo-platonismo exacerbado que considera que la materia, el mundo visible con sus estructuras socio-culturales es algo malo en sí, mientras que el espíritu, el mundo invisible de las verdades que están más allá de los sentidos, es lo bueno y a lo que nos debemos dedicar. Esta última postura, por lo tanto, también es anti-cristiana.
Por eso he decidido decir “¡basta!”. El humanismo iluminista y sus engendros, llámense libre-pensamiento, marxismo, agnosticismo, materialismo o libre-mercado no me representan y jamás lo harán. He decidido no comulgar en esas posturas filosóficamente opuestas al cristianismo bíblico. No me uniré en yugo desigual. Pero tampoco me retiraré del mundo como un montanista. Simplemente quiero hacer lo que Dios en Su Palabra ordena: vivir en este mundo y actuar en él buscando siempre, en todo, la gloria de mi único Señor, por eso quiero hacer valer mi postura política sin necesidad de someterme a organizaciones cuyas bases son el paganismo y el humanismo anti-cristiano. Cuando alguna causa común me una a alguna postura humanista, lo hará circunstancialmente – como, por ejemplo, la lucha contra la hegemonía y tiranía del catolicismo romano en Chile – pero jamás orgánicamente. Orgánicamente sólo pertenezco a un Cuerpo: al Cuerpo de Cristo. Ellos podrán ser mis compañeros de armas durante algunos momentos muy específicos, pero jamás serán mis hermanos, ni los llamaré de tales. No quiero ser “miembro” de ninguna organización que no confiese a Cristo, quien se reveló a sí mismo Palabra, como el Señor soberano sobre toda la creación y la historia. Podré ser simpatizante de algunas ideas o “momentos de verdad” que los paganos han tenido y tienen; podré ser incluso un co-beligerante, pero mi identidad no se definirá a través de la pertenencia orgánica a ninguna organización que no sea la Iglesia universal.Soy un creyente chileno y como tal quiero actuar en Chile. Así quiero vivir mi ciudadanía: como ciudadano del Reino de los cielos, que no es un Reino etéreo y lejos de esta realidad material y social, sino un Reino presente hoy en Chile, que bajo el comando del Espíritu de Dios somete todos los ámbitos del quehacer y saber humanos a Cristo el Señor. Tengo claro que mi anhelo es ver – como reza un lema típico evangélico – un “Chile para Cristo”, no sólo en el plano de más individuos que entregan su alma al Evangelio de Cristo, sino también a nivel del cuerpo, los quehaceres, el trabajo, las instituciones, los valores, la cultura, y tantas otras áreas de nuestro país que hemos dejado en manos del enemigo y que incluso hemos contribuido para que así sea. Debe ser por eso que desconozco tanto este país. Pero sobre todo lo amo y mi mayor muestra de amor será ya no callar mi postura política, sino manifestarla, corregirla en lo que sea necesario y actuar a partir de ella. Creo sinceramente (y no utópicamente… la historia está de mi lado) que si más creyentes nos unimos en un propósito similar este nos será un Chile cada vez más familiar, puesto que cada vez más rendido a Dios y a Su gloria.


SOLI DEO GLORIA

Wednesday, July 05, 2006

DENOMINACIÓN NORTEAMERICANA FINALMENTE APRUEBA PASTORES HOMOSEXUALES PRACTICANTES

A continuación reproduzco la traducción de un post del Dr. Agustus Nicodemus Lopes (traducido por el Rev. Fábio Bezerra) que fue publicado en su blog "O Tempora O Mores".
Pensemos al respecto...
Materia transmitida en la Christianity Today Newsletter, de 28.06.2006, firmada por David E. Anderson, informa que, en el último día 20 de junio, después de un acalorado debate de más de tres horas, la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos (PCUSA) - el más grande ramo del presbiterianismo en esta país – aprobó, para entrar en vigor inmediatamente, por 298 votos contra 221, la moción encaminada, después de cuatro años de estudio, por la “Fuerza Tarea sobre Paz, Unidad y Pureza en la Iglesia”, que permite la ordenación al pastorado de candidatos al ministerio homosexuales practicantes, por decisión de las congregaciones de sus 173 presbiterios locales.

Antes que todo, necesito aclarar que esta denominación norteamericana no tiene nada que ver con la Iglesia Presbiteriana de Brasil, de la cual los autores de este blog
[1] son miembros.
En realidad, la IPB ha rechazado consistentemente en la últimas décadas todas los esfuerzos oficiales de acercamiento con la Presbyterian Church of the United States (PCUSA), hechas de ambos lados.
No voy a decir que me quedé estupefacto, sorprendido o choqueado con la decisión tomada finalmente por la asamblea general de la PCUSA durante la semana pasada, de aceptar pastores homosexuales y pastoras lesbianas practicantes. No estoy sorpendido porque ya era esperable que tal cosa sucediera, más tarde o temprano pasaría. Desde luego, las decisiones que habían sido tomadas por esta denominación en las recientes décadas no podrían llevar a otra cosa sino a decisiones como esta. La decisión de la semana pasada, fruto de 30 años de estudios, es el resultado de la elaboración de varios conceptos y presuposiciones que a lo largo del tiempo fueron, lentamente, siendo introducidos en el alma de la denominación, formando irreversiblemente su manera de pensar y actuar.
Todo comenzó cuando la PCUSA pasó a tolerar que el liberalismo teológico fuera enseñado en las instituciones teológicas, las cuales son responsables por la formación teológica de sus pastores. El liberalismo teológico retira toda la autoridad de las Escrituras como Palabra de Dios, introduce el concepto de que ella es fruto del pensamiento anticuado de las generaciones antiguas y que trae valores y conceptos que ya no pueden ser aceptados por el hombre moderno. Así que, coloca la Biblia abajo de la crítica cultural. El paso siguiente fue la aprobación de la ordenación de mujeres cristianas al ministerio, en la década de los 60, basados exclusivamente en el argumento de que los textos bíblicos que imponen restricciones al ejercicio de la autoridad eclesiástica por parte de la mujer cristiana eran culturalmente condicionados y, por lo tanto, impropios para nuestra época, en que la mujer ha alcanzado todas las posiciones de autoridad.
El argumento que ha sido usado desde hace décadas por los defensores del homosexualismo dentro de la PCUSA sigue la misma línea. Los textos bíblicos contrarios al homosexualismo son vistos como resultado de una cosmovisión cultural anticuada de los escritores bíblicos, reflejando los valores de aquella época. Especialmente los textos de Pablo sobre el homosexualismo (Romanos 1 en lo particular) son entendidos como condicionados por los prejuicios de la cultura antigua y por la falta de conocimiento científico que, según los defensores del homosexualismo, hoy ya se comprueba que ser gay es genético, no siendo, por tanto, algo considerado como desvío moral o pecado. Ya que la cultura moderna más y más acepta el homosexualismo como normal, llegando aún a reconocer el matrimonio entre ellos en algunos casos, ¿Por qué la iglesia, que debiera siempre dar el primer ejemplo de tolerancia, aceptación y amor, no puede recibir homosexuales como miembros comulgantes y pastores? Este fue el argumento que finalmente prevaleció, pues la decisión permite que homosexuales practicantes consideren su elección sexual como una cuestión secundaria y no como materia de fe, sujeta a la disciplina eclesiástica de la denominación.
No estoy afirmando con lo anterior que todos los que defienden la ordenación de mujeres necesariamente son defensores de la ordenación de gays y del matrimonio de homosexuales. Tengo buenos amigos que defienden lo uno y abominan lo otro. Estoy solamente diciendo que, en ambos casos, el argumento usado para la aprobación dentro de la PCUSA fue el mismo: lo que los escritores bíblicos dicen sobre estos asuntos no es válido para los días de hoy y, por lo tanto, la iglesia debe guiarse por aquello que sea culturalmente aceptable, políticamente correcto y que forma parte del sentido común.
Existe una valiente minoría dentro de la PCUSA que hace mucho ha luchado contra la introducción de estos conceptos en el seno de su iglesia. Ahora, contempla con tristeza la derrota que golpea su puerta. Aunque, no se sabe qué decisión ellos tomarán. Las opciones no son muchas, en todo caso. Mi corazón se entristece por ellos. Quienes tienen el interés y leen inglés, pueden visitar el sitio de unos de los grupos de resistencia dentro de la PCUSA:
www.layman.org.
No debemos pensar que este sea un problema restringido a aquella denominación americana. Las mismas presuposiciones que los llevó a tomar esta decisión ya están actuando en Brasil, comenzando por los seminarios e instituciones de enseñanza teológica que ya han sido victimas del método histórico-crítico de interpretación, del liberalismo teológico, del pragmatismo y del relativismo. El campo está siendo preparado en Brasil para que brevemente evangélicos pasen a considerar a la homosexualidad como siendo un tema personal y secundario, abriendo con ello la puerta para la ordenación de gays y lesbianas practicantes al ministerio de la Palabra. Creo que la única medida preventiva es no dejar la legitimidad y aplicabilidad de los valores y enseñanzas bíblicas para todas las épocas y culturas. Esto nos permitirá hacer siempre una crítica de la cultura a partir del referente que es la Palabra inspirada e infalible de Dios. La Biblia ha pasado a ser juzgada por la cultura. Será difícil para liberales, neo-ortodoxos, neo-pentecostales y otros grupos en Brasil, que de maneras distintas colocan la cultura sobre la Biblia, resistir a la presión. Quien viva, lo verá.
[1] http://tempora-mores.blogspot.com/

Tuesday, July 04, 2006

(bosquejando una opinión reformada) SOBRE POLÍTICA EN CHILE II

(Continuación...)

En mis años de adolescencia aprendí de alguna manera, no sé muy bien por qué (y lo confieso: estoy medio arrepentido), a tenerle más simpatía a la postura de “izquierda”, sólo para darme cuenta, no mucho tiempo después, que esta postura no era tan de izquierda como lo creía ¿y hoy? Hoy me doy cuenta que gran parte de los partidarios de esa postura no tienen nada de izquierdistas. Nuestro país ha sido gobernado durante los últimos años exclusivamente por la derecha. La llamada “Alianza por Chile” es una derecha que históricamente ha apoyado a Pinochet y su gobierno totalitario (algunos la tildarían de “derecha fascista”, lo cual es, claramente, una generalización) y que tiene su peso político, sobre todo a la hora de no permitir que ciertas leyes de gran beneficio social se aprueben y promulguen, todo en pro del respeto a las libertades individuales. ¿Y la Concertación? Es la otra derecha. Una derecha antipinochetista, pero derecha al fin y al cabo. Sus representantes están ligados históricamente a la defensa de la democracia y de la libertad en los tiempos del totalitarismo. Sin embargo, para decirlo en buen chileno, su plan macro-socio-económico “es de derecha igual no más”. Ya que a la hora de optar en la famosa tensión bien-común/libertades-individuales, generalmente se inclinan hacia las libertades individuales... de las elites economicas de este país.
Echo a volar mi imaginación y pienso, con todo el respeto que los muertos se merecen, que Luis Emilio Recabarren se suicidaría tres veces al ver un gobierno “socialista” como el de Ricardo Lagos. ¿Y cuántos discursos llenos de denuncia social no saldrían de la voz de Salvador Allende ante los titubeos que el gobierno – también “socialista” – de turno manifiesta sobre qué hacer con el dinero que está entrando al país gracias al alza del cobre (nacionalizado)? Tal vez Violeta Parra y Víctor Jara tendrían más de algo que cantarnos con su guitarra y su voz, haciendo crítica a los gobiernos de la Concertación y contemplando los paros estudiantiles, las tomas de terreno, las filas de urgencia de los hospitales o los aplausos de empresarios al gobierno de “izquierda”.
En estos tiempos mediáticos, donde la gran máxima es “si lo dice la televisión debe ser verdad”, es muy fácil hacer un montaje del presidente saliente diciendo discursos con el dedo parado, saludando a unas señoras en la población, usando un casco de minero en Chuquicamata, etc y todo esto con un fondo musical de Quilapayún de los ’70, para finalmente decir que este fue un gobierno socialista.
No soy marxista, no pretendo serlo y, con la ayuda de Dios, jamás lo seré. No creo en la cosmovisión materialista, ni en los ideales del humanismo iluminista ni en sus engendros, llámense “marxismo”, “liberalismo”, “nihilismo”, “existencialismo”, “posmodernismo”, “feminismo” o "etc.ismo". Pero sí, como creyente en Cristo, quiero honrar a Dios reconociendo la verdad donde quiera que ella se encuentre, pues, como decían Agustín de Hipona, Juan Calvino y alguien más antes de ellos que no me acuerdo: “toda verdad es verdad de Dios”. ¿Y qué verdad veo? Veo que las “ideologías burguesas” que Marx tanto denunciaba – aquellos discursos, categorizaciones y conceptos que funcionan como verdaderas cortinas de humo que ocultan la realidad tal como es y no permiten al pueblo emanciparse – son una realidad palpable en Chile. Claro que, como siempre, los paganos que tienen sus momentos de verdad hablan la verdad un tanto distorsionada. Por eso, usando como trampolín el concepto marxista de “ideología”, en realidad me refiero a una verdad más alta y mucho mejor conceptuada, puesto que revelación de Dios: aquello que el apóstol Pablo llama de “artimañas del engaño” (Ef 4.14), “argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Cristo” (2Co 10.5), “filosofías y huecas sutilezas según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo” (Cl 2.8). Jesús lo llamaría simplemente de “mentira” (Jn 8.44), un concepto profundo que no simplemente significa el antónimo de “verdad” sino que implica también un ocultamiento de la verdad a través del uso amputado de la misma (“medias-verdades” dirían algunos), un ocultamiento que acarrea consigo la esclavitud del alma y la muerte y destrucción de la dignidad humana (Jn 10.10; 8.32).
“Otro evangélico que demoniza la política” dirán los simplistas que aman más sus conclusiones precipitadas y prejuiciadas que la verdad. Y la verdad es que hoy no soy de “derecha”, ni de “izquierda”, ni “extremista” en ninguno de los sentidos que la política actual permite serlo, tampoco soy partidario de ese chiste político llamado “centro”. Pero sí soy político, no sólo en el sentido general aristotélico, ya que en ese sentido todos los somos, unos más políticos, otros más animales, otros bastante de ambos al mismo tiempo. Tengo una postura política bastante definida y que, cada día que pasa, se define mejor. Lástima que en este país no haya sector (entre los oficialmente conocidos, al menos) que me represente.



(aunque no lo crean... todavía falta, pero claro que si quieren comentar pueden hacerlo... Continuará...)

(bosquejando una opinión reformada) SOBRE POLÍTICA EN CHILE I


De a poco desconozco cada vez más este país. Tal vez sea, como en casi toda relación sentimental, porque de a poco estoy conociendo cada vez mejor a él y a mí mismo. Es verdad que 4 años viviendo fuera de Chile no es tanto tiempo, pero sí es suficiente tanto para madurar algunas visiones mías como para que cambios significativos ocurran a nivel nacional. Quiero creer que un poco de las dos cosas ha pasado.
Durante algún tiempo creí vivir en un país dividido políticamente. Por un lado estaban aquellos que apoyaban casi incondicionalmente un régimen totalitario de gobierno, el cual había logrado exitosamente salvar al país de la crisis económica, social, política y moral que implica un gobierno marxista. Por otro lado, estaban aquellos que, siendo contrarios a este mismo gobierno totalitario, se manifestaban a favor de una democracia que valorizara los derechos y libertades de los individuos de esta nación y levantaban el dedo para acusar los crímenes cometidos por el régimen militar. Dentro de este segundo grupo estaban aquellos (es verdad que no eran muchos) que defendían las bondades que un gobierno marxista nos habría traído en lo económico, lo social, lo político y lo moral y miraban con cierto aire de romanticismo aquellos tiempos previos al golpe militar en nuestro país.
Aprendí de niño que la primera postura descrita se llamaba “derecha” y la segunda, “izquierda” y así lo seguí llamando hasta hace no mucho tiempo atrás. ¡Qué ingenuidad la mía! Como si ser de derecha o de izquierda dependiera exclusivamente de la postura que se adopte frente a los gobiernos de Allende y de Pinochet o frente al golpe militar de 1973 o, incluso, frente a los detenidos desaparecidos y sus familias.

Algún tiempo ha pasado desde mi niñez y desde entonces hasta ahora he conocido a gente, que teniendo familiares cercanos muertos o torturados por el gobierno militar y anhelando justicia (que no es lo mismo que venganza), se reconocen a sí mismos políticamente como de derecha. Me ha tocado ver a personas de derecha contribuir activamente para que se investiguen los crímenes ocurridos durante la era de Pinochet, incluso acusándole a él personalmente. He visto a muchos otros que, siendo de “izquierda”, han alabado los beneficios económicos que gracias al golpe pudimos adquirir e, incluso, han negado de frente cualquier tentativa de re-establecer alguna práctica o política estatal que siquiera recuerde la era de Allende.
Y es que, simplificando aún más, los chilenos aprendimos – estúpidamente, por decir lo menos – a etiquetar a alguien de “derecha” o de “izquierda” dependiendo de si le gustaba o no Pinochet y su gobierno totalitario. Este hábito casi compulsivo, en otros tiempos echó a perder muchos almuerzos familiares, cumpleaños, asados e, incluso, ágapes fraternales de la iglesia. Durante los ’80, y hasta inicio de los ’90, era una división relativamente seria, que podía traducirse en fuertes discusiones y palabras ofensivas. Hoy, en pleno siglo XXI – y casi como un signo de los tiempos posmodernos – es una división lúdica. Nos entretenemos tratándonos de “derechistas”, “izquierdistas”, “fachos” o “comunistas”. Y nos reímos. Y, riéndonos, nos etiquetamos.

(No se precipiten... estoy sólo empezando... o sea: Continuará...)