Tuesday, April 22, 2008

SEXO, FÚTBOL Y CULTO DOMINICAL




Después de mucho tiempo desaparecido (sorry for that), aquí les presento una breve reflexión con el propósito de iniciar una sana discusión acerca de qué hacer y qué no hacer en el culto comunitario del Pueblo de Dios... escrita el año 2005... espero les invite a reflexionar.



Toda actividad humana es religiosa en su aspecto más central.
Todo lo que hacemos está glorificando a Dios o es una abyecta forma de idolatría y adoración a nosotros mismos, a falsos dioses o a demonios. He ahí el concepto central que la Escritura nos revela cuando nos dice: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Cl. 3.17).
¿Es posible glorificar a Dios en TODO lo que hacemos? ¡Sin duda! Si fuera de otra manera, esa y tantas otras exhortaciones ni existirían en la Biblia. La gloria de Dios está en juego en cada decisión que tomamos, en cada actividad a la cual nos dedicamos. ¡Así es! El sentido y propósito principal de nuestra existencia está en juego en cada decisión que tomamos y en cada actividad a la cual nos dedicamos.
Aunque este concepto es bíblico y, sin duda, de esencial importancia para la vida cristiana, para la iglesia y para la teología, no podemos dejar que nuestras inclinaciones pecamonisas lo malinterpreten y distorsionen. Lamentablemente, hemos visto que esta distorsión está ocurriendo de varias maneras, pero una muy específica ha ingresado en las iglesias (sobre todo en las históricas) para manchar la gloria de Dios y deformar la actividad más noble a la que el espíritu humano puede dedicarse: el culto comunitario del pueblo de Dios.
Tal vez tú hayas escuchado cuestionamientos como los siguientes: si todo glorifica a Dios, entonces ¿por qué no podemos interpretar piezas de teatro en el culto público? ¿o hacer coreografías? ¿o ver una película comiendo palomitas de maíz? ¿o, quién sabe, andar en skate sobre el púlpito para alabar a Dios?
Este tipo de sofismas ha estado en la boca de mucha (tal vez demasiada) gente y es preocupante que sea así. Parece un argumento muy lógico del tipo: si A = B y B = C, entonces A = C. En otras palabras: si toda actividad humana glorifica a Dios y el culto público es para glorificar a Dios, entonces todo tipo de actividad humana es adecuada para el culto público. Sin embargo, este argumento tiene diversas fallas propias de una manera de pensar fragmentada (algunos llamarían postmoderna) que, además de ser extremadamente reduccionista, se limita a tomar una media verdad y la establece como si fuera la verdad absoluta. Pero todos sabemos que, de hecho, una media verdad es una mentira completa.
Pues bien ¿dónde está la falla de este argumento que parece tan impecable y coherente? Este argumento falla en el hecho de que es un argumento auto-destructivo. El propio concepto que trata de establecer lo destruye de manera interesante: ¿Podemos afirmar que toda actividad humana, de hecho, glorifica a Dios? Sabemos que no es tan así, pues fornicar, por ejemplo, no glorifica a Dios. Ni robar, ni adulterar, ni mentir. O sea, no es toda actividad humana que glorifica a Dios.
Alguien puede responderme, indignado, y con justa razón: “¡pero claro que es así! De hecho, cuando hablamos de actividad humana, no hablamos de TODA actividad humana de manera absoluta, sino de toda actividad humana realizada según los parámetros divinos, en obediencia a Dios”. O sea, concordamos que no es CUALQUIER actividad humana que glorifica a Dios, sino toda actividad humana realizada de determinada manera, en determinadas circunstancias y con determinadas motivaciones. Ningún cristiano verdadero en sana consciencia, que afirma que toda actividad humana es adecuada al culto, quiere decir con eso que pecar glorifica a Dios. Y esto lo damos por hecho.
Pero es aquí donde está lo interesante del argumento. Sabemos y entendemos que toda actividad humana, dependiendo de las circunstancias, maneras y motivaciones, o está glorificando a Dios o está deshonrándole. De hecho, por ejemplo, esa es la diferencia entre el sexo verdadero, que glorifica a Dios, y la fornicación, que es pecado: básicamente la actividad parece ser la misma, pero la circunstancia determina si es pecado o no. Consideremos lo siguiente: ¿Las dos personas que están acariciándose desnudas sobre una cama son marido y mujer? ¿o son novios? ¿o son semi-desconocidos? Si son marido y mujer, motivados por el amor, en un contexto de compromiso perpetuo y absoluto, entonces estamos hablando de sexo verdadero, o sea, de sexo que da placer duradero y constructivo y que glorifica a Dios. Pero si son dos novios o semi-desconocidos, entonces estamos hablando de una mala copia del sexo, que es la fornicación, la cual, a cambio de unos minutos de placer, nos otorgará largas frustraciones, destrucción y, lo más importante, no glorificará a Dios y será una forma horrenda de idolatría a los falsos dioses del placer y a nosotros mismos.
Creo que el concepto ha quedado claro con este ejemplo. No es cualquier actividad humana que glorifica a Dios: las circunstancias, modos y motivaciones son clave en el asunto.
Es aquí donde entra la incoherencia del argumento expuesto al inicio: ¿toda actividad humana que, por sus circunstancias, modos y motivaciones, glorifica a Dios es realmente adecuada al culto público? El argumento no es sustentable, y la muestra de esto es que ni un cristiano verdadero estará dispuesto a llevarlo hasta las últimas consecuencias. Si jugar fútbol, de la manera, en las circunstancias y con las motivaciones adecuadas, glorifica a Dios, entonces podríamos invitar a un buen jugador de fútbol cristiano a que pase adelante en el culto y haga algunas peripecias con el balón para la gloria de Dios. O mejor: podríamos reunir 10 hermanos que son “buenos para la pelota” y hacer, después del preludio, una breve “pichanga” o mini-partido de fútbol.
Con este ejemplo, creo que pocos estarán dispuestos a llevar el argumento hasta las últimas consecuencias. Pero aún no llegué hasta las últimas consecuencias; déjenme llegar un poco más lejos. Me gustaría retomar el ejemplo anterior y aplicarlo al culto de la siguiente manera: Podríamos tener en algún momento, después del momento de confesión de pecados o antes del sermón, un momento en que los casados se pueden besar y acariciarse, o mejor: dependiendo de la comodidad de las bancas, todos los que son marido y mujer y que se aman verdaderamente con compromiso perpetuo, pueden tener relaciones sexuales. Según el argumento expuesto ¿por qué eso no debe ser permitido? Al fin y al cabo esa es la consecuencia lógica: si cuando marido y mujer tienen relaciones sexuales glorifican a Dios, entonces ¿por qué no llevar la relación sexual entre marido y mujer al culto del domingo en la iglesia como parte de la liturgia? La gran verdad es que el argumento simplista acerca de los elementos que deben o no entrar al culto público no nos da razones para no llevarlo hasta este punto. Esto es perfectamente viable para este argumento, pues si todo lo que glorifica a Dios puede tener su lugar en el culto público, entonces podemos tener en el culto: fútbol, comida, coito, skate, danza, coreografía, teatro: TODO, si está siendo hecho en los modos, las circunstacias y motivaciones correctas, puede tener su lugar en el culto público.
La gran pregunta es ¿Por qué un cristiano que sustenta el argumento simplista de elementos de culto no estaría dispuesto a llevarlo hasta las consecuencias arriba mencionadas? La razón es simple: porque, en el fondo, esa persona sabe que es incoherente y contradictorio su argumento. La circunstancia adecuada para que el sexo glorifique a Dios, no se limita simplemente al hecho de que debe ser entre dos personas que se aman y están casadas entre sí. La verdad es que la circunstancia adecuada para el sexo entre marido y mujer es la intimidad: puede ser la intimidad de su cuarto, o de su casa, o de un hotel, poco importa, pero la intimidad es un elemento clave para que la relación sexual sea vivida de manera constructiva y que glorifica a Dios. La gran verdad es que el propósito del culto no es estimular la intimidad entre marido y mujer. Lo mismo pasa con el fútbol: no basta con que las personas que están jugando fútbol lo hagan en espíritu pacífico, sin peleas y sin querer humillar a los demás. La circunstancia adecuada para el fútbol entre amigos son los momentos de entretenimiento y distracción, y el culto público del domingo no tiene ese propósito.
La pregunta que debemos hacernos es, por lo tanto, la siguiente: ¿qué elementos son adecuados para el propósito del culto público del pueblo de Dios? Y no simplemente qué glorifica a Dios para así introducirlo al culto. Aunque la verdad es que ambas preguntas están íntimamente relacionadas entre sí, pues si yo llevo el fútbol o el sexo para el culto, Dios no estará siendo glorificado en absoluto, aunque los jugadores de fútbol tengan la mejor y más sana disposición en el corazón, o aunque la pareja que tendrá relaciones sexuales sean marido y mujer y se amen mucho. El culto no es momento para distracción y entretenimiento ni para la intimidad familiar, ni siquiera para el aprecio de las cualidades artísiticas de un músico, de un pintor, de un coreógrafo o de una bailarina. Existen momentos adecuados – también llamados “esferas” – para cada una de estas cosas y si las hacemos en su momento adecuado Dios será, sin duda, glorificado y honrado en un concierto musical, en una representación teatral, en una ópera, en un día de camping o en una noche romántica en el lecho matrimonial. Pero el culto comunitario del pueblo de Dios es una actividad diferente a las recién nombradas, con un propósito distinto, ya que es la expresión de una esfera diferenciada: la esfera cúltica.
El propósito del culto es, sin duda, glorificar a Dios, pero al decir eso estamos diciendo lo obvio, ya que esa es una característica común a todas las actividades humanas, incluyendo el sexo, el fútbol, el teatro y los conciertos musicales.
La cuestión aquí es: ¿cuál es la forma específica de glorificación de Dios que debemos buscar y realizar en un culto comunitario del pueblo de Dios como esfera propia y diferenciada de las otras esferas de nuestra vida?