Michel Foucault [ante una pregunta hecha por el entrevistador]: Sobre ese tema no tengo nada que decir. “Sin comentarios”.
Entrevistador: ¿Ud. cree que esta pregunta no tiene respuesta, que está mal colocada o, simplemente, el tema no le interesa?
Foucault: No, no es nada de eso. Es que no soy partidario de hablar de cosas que están fuera de mi competencia. El tema no me concierne y no me gusta hablar de algo que, en realidad, no es objeto de mi trabajo. Tengo una opinión personal sobre ese asunto, pero carece de interés por el hecho de ser solamente una opinión personal.
Entrevistador: ¿Pero ud. no cree que la opiniones personales puedan ser interesantes?
Foucault: Naturalmente, y puedo darle mi opinión, pero eso sólo tendría sentido si ud. le pidiera la opinión a todos. No quiero valerme de una posición privilegiada, cuando me entrevistan, para divulgar opiniones.
(Michel Foucault en “Un Diálogo Sobre los Placeres del Sexo”, subrayado mío)
Al margen de que no concordamos con la visión de mundo de Michel Foucault o de si endosamos o no sus propuestas de análisis histórico, social y filosófico, ciertamente podemos, y debemos, admirar su rigurosidad investigativa y su seriedad como profesional. Son manifestaciones de la gracia común, acerca de la cual ya hemos hablado en otro momento.
Mi reflexión es simple: ¿Cuántos de nosotros, pastores reformados, debemos aprender del ateo e impío Michel Foucault a no usar nuestras posiciones privilegiadas para hablar acerca de temas y cosas que no manejamos o que, simplemente, no nos conciernen? A veces nos falta responsabilidad. Con rígidas declaraciones, más basados en la tradición o en un determinado estereotipo de moralidad que en la Biblia, divulgamos nuestras opiniones personales desde posiciones privilegiadas como púlpitos, consejería pastoral, visitas para dar asistencia pastoral a familias, clases y estudios bíblicos. No siempre el resultado es un total desastre (Dios es misericordioso a pesar de nuestra irresponsabilidad), pero, como aprendemos de Ezequiel 3 y 33, el atalaya es responsable por dar el toque de trompeta correcto en el momento oportuno independientemente del resultado.
Entiendo, y en este aspecto concuerdo con Foucault, que hay lugar para las opiniones personales: conversaciones, algunos tipos de mesas redondas, blogs (como este), etc. Incluso entiendo que en circunstancias arriba citadas, como clases o consejería, uno puede dar una opinión personal, pero debe saber argumentarla y debe saber hablar como Pablo “digo yo, no el Señor”. Pienso que en el caso de un pastor siempre debe ser así. El sólo hecho de ser pastor ya es una posición privilegiada, por lo tanto, aún en conversaciones privadas con amigos alrededor de una taza de café, uno debe poner énfasis en hacer la diferencia entre “la Biblia lo dice” y “yo pienso u opino”.
Uds. se han dado cuenta que aquí en este blog opino muchas cosas. No todas mis opiniones las he hecho de manera 100% responsable y por eso quiero que sepan que mi reflexión no es un dedo acusatorio hacia otros sino, primariamente, una lección que aprendí con Foucault, hace unos días atrás, mientras leía otro de sus fascinantes textos. Como aprendí con un querido maestro del seminario: si estoy con un dedo índice apuntando hacia otros, ciertamente hay tres dedos más apuntando hacia mí.
En el texto mencionado arriba (que en realidad es una entrevista realizada por un tal James O’Higgins) Foucault, sin explicar una teoría al respecto, simplemente poniéndolo en práctica, muestra el poder que tiene la palabra, sobre todo cuando dicha desde ciertas posiciones de privilegio y con una bella retórica. Y decide no hacer uso de ella en un momento que él, como académico, considera peligroso. Debo reconocer que Foucault me dio una bofetada que me hizo reírme de mí mismo.
Immanuel Kant hizo cierta vez una diferencia muy interesante y útil acerca de la diferencia entre el uso público y el uso privado de la razón. A aquellos que les parezca muy escandaloso aprender del ateo, homosexual y ex-comunista Michel Foucault, tienen la opción de aprender lo mismo del casto, templado y pietista Kant, quien en un clásico texto llamado “¿Qué es la Ilustración?” (famoso por el “Sapere Aude!”) expone diversos ejemplos de la diferencia entre el uso público y privado de la razón. Entre ellos da el ejemplo de un oficial del ejército que, a la hora de la batalla no puede cuestionar la orden de su comandante, sino su vida y la de otros corre peligro. Pero, ciertamente, el mismo oficial puede publicar un libro en el cual explique los motivos y presente argumentos acerca del por qué él considera que una determinada estrategia militar, distinta a la de su comandante, sería más eficiente. Otro ejemplo dado por Kant es (¡oh sorpresa!) el del clérigo que ha hecho una suscripción confesional a la hora de ser ordenado como ministro (como los presbiterianos en relación a la Confesión de Fe de Westminster) y que tiene la obligación de enseñar desde el púlpito la confesión de la iglesia a quien representa. Allí el pastor no es “Fulano De Tal”, con nombre y apellido, sino un representante oficial de la iglesia que habla con una autoridad que no procede de sí mismo sino de su investidura (como muy bien lo simboliza la toga negra que muchos de nosotros usamos, la cual tiene la finalidad de ocultar nuestra individualidad… aunque algunos la usan motivados solamente por el factor estético y no simbólico, pero eso es tema para otro post). Este es el uso público de la razón. Pero ese mismo pastor puede sentarse alrededor de una mesa con un grupo de colegas, amigos o alumnos suyos y, mientras toma una cerveza de Wittenberg y degusta un jabalí asado (como muy bien lo sabía hacer Lutero) puede expresar su visión particular acerca de cosas que la iglesia no reconoce en su confesionalidad o en sus estatutos. Tal es el uso privado de la razón.
Creo que un pastor reformado no ve dicotomía entre el uso público y el uso privado de la razón, sino complementación. Por ejemplo, un pastor responsable sabe que la confesión y los estatutos de su iglesia no son infalibles, sin embargo, endosa en gran parte lo que su iglesia confiesa y practica, cumpliendo y haciendo cumplir dichos estatutos pues entiende que este no sólo es su deber como representante oficial de la iglesia a la cual pertenece sino también porque está convencido y de limpia conciencia ha considerado que los estatutos de su iglesia le representan en su postura como individuo. De otra manera, si no fuera así, es mejor que no sea ordenado clérigo de dicha denominación y que busque una iglesia más adecuada a su forma de pensar. Pero, puede ser también que él se considere representado, y muy bien representado, por los estatutos de su iglesia, pero habiendo puntos críticos específicos que no le representan. Si él tiene los suficientes argumentos para demostrar que su postura es la más bíblica, sin duda que debe hacer uso de los canales regulares para llevar el tema a discusión en los concilios correspondientes y buscar que su iglesia cambie en ese aspecto que él considera esencial. Mientras los estatutos de su iglesia no cambien, es su deber cumplirlos y hacerlos cumplir como están.
Ahora: cuando los temas en los cuales él está en desacuerdo son no-esenciales y dependen más bien de ciertas posturas personales discutibles, sin duda que debe haber tolerancia en pro de la unidad y es entonces cuando, con mayor razón, debe haber un uso responsable de la razón privada y una obediencia humilde hacia los estatutos de la iglesia en el uso público de la razón.
Pues bien, toqué sin querer el tema de la suscripción confesional, pero sólo tangencialmente. En otra oportunidad lo haremos de manera más directa. Por ahora interesa esto: seamos más responsables con nuestras opiniones personales. Pero no dejemos de darlas cuando corresponda. Si el Señor nos ha dado dones como la retórica, la elocuencia, la capacidad argumentativa, etc. debemos saber usarlos con temor y temblor. He visto jóvenes confundidos yendo al altar porque su pastor, irresponsablemente, les ha dicho su opinión personal, de que sería bueno que se casaran, como ley. Otros han tenido que vivir sintiéndose culpables o hipócritas porque su pastor le prohibió algo que la Biblia no prohíbe, pero que él de vez en cuando “tiene un desliz” y lo hace igual (jugar fútbol, ver televisión, escuchar rock, beber una copa de vino en una fiesta familiar, etc.). ¿Cuántos están perdiendo sus empleos por obedecer reglas que Dios no ordenó? ¿Cuántas esposas están, en lugar de ganando a sus maridos para el Señor perdiéndolos porque el pastor las obliga a ir a la iglesia en días y horarios imprudentes para realizar tareas domésticas que deberían primero realizar en sus propias casas? ¿Y qué hablar de los misioneros, seminaristas y jóvenes pastores frustrados que se prepararon y fueron al campo ministerial a fracasar sólo porque a su pastor de aquella época le pareció que ellos tenían un llamado místico e inexplicable?
Como dije, no siempre los resultados son desastrosos gracias a la sola misericordia del Señor, pero la responsabilidad del atalaya es la misma, independiente de los resultados y deberemos rendir cuentas por nuestra labor pastoral ante el Señor que ve más allá de los resultados externos o de las meras estadísticas.
Por último, al margen de mis opiniones personales, importa lo que la Palabra de Dios dice y por eso los dejo con ella:
“Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.” (Marcos 7.6-8)
Entrevistador: ¿Ud. cree que esta pregunta no tiene respuesta, que está mal colocada o, simplemente, el tema no le interesa?
Foucault: No, no es nada de eso. Es que no soy partidario de hablar de cosas que están fuera de mi competencia. El tema no me concierne y no me gusta hablar de algo que, en realidad, no es objeto de mi trabajo. Tengo una opinión personal sobre ese asunto, pero carece de interés por el hecho de ser solamente una opinión personal.
Entrevistador: ¿Pero ud. no cree que la opiniones personales puedan ser interesantes?
Foucault: Naturalmente, y puedo darle mi opinión, pero eso sólo tendría sentido si ud. le pidiera la opinión a todos. No quiero valerme de una posición privilegiada, cuando me entrevistan, para divulgar opiniones.
(Michel Foucault en “Un Diálogo Sobre los Placeres del Sexo”, subrayado mío)
Al margen de que no concordamos con la visión de mundo de Michel Foucault o de si endosamos o no sus propuestas de análisis histórico, social y filosófico, ciertamente podemos, y debemos, admirar su rigurosidad investigativa y su seriedad como profesional. Son manifestaciones de la gracia común, acerca de la cual ya hemos hablado en otro momento.
Mi reflexión es simple: ¿Cuántos de nosotros, pastores reformados, debemos aprender del ateo e impío Michel Foucault a no usar nuestras posiciones privilegiadas para hablar acerca de temas y cosas que no manejamos o que, simplemente, no nos conciernen? A veces nos falta responsabilidad. Con rígidas declaraciones, más basados en la tradición o en un determinado estereotipo de moralidad que en la Biblia, divulgamos nuestras opiniones personales desde posiciones privilegiadas como púlpitos, consejería pastoral, visitas para dar asistencia pastoral a familias, clases y estudios bíblicos. No siempre el resultado es un total desastre (Dios es misericordioso a pesar de nuestra irresponsabilidad), pero, como aprendemos de Ezequiel 3 y 33, el atalaya es responsable por dar el toque de trompeta correcto en el momento oportuno independientemente del resultado.
Entiendo, y en este aspecto concuerdo con Foucault, que hay lugar para las opiniones personales: conversaciones, algunos tipos de mesas redondas, blogs (como este), etc. Incluso entiendo que en circunstancias arriba citadas, como clases o consejería, uno puede dar una opinión personal, pero debe saber argumentarla y debe saber hablar como Pablo “digo yo, no el Señor”. Pienso que en el caso de un pastor siempre debe ser así. El sólo hecho de ser pastor ya es una posición privilegiada, por lo tanto, aún en conversaciones privadas con amigos alrededor de una taza de café, uno debe poner énfasis en hacer la diferencia entre “la Biblia lo dice” y “yo pienso u opino”.
Uds. se han dado cuenta que aquí en este blog opino muchas cosas. No todas mis opiniones las he hecho de manera 100% responsable y por eso quiero que sepan que mi reflexión no es un dedo acusatorio hacia otros sino, primariamente, una lección que aprendí con Foucault, hace unos días atrás, mientras leía otro de sus fascinantes textos. Como aprendí con un querido maestro del seminario: si estoy con un dedo índice apuntando hacia otros, ciertamente hay tres dedos más apuntando hacia mí.
En el texto mencionado arriba (que en realidad es una entrevista realizada por un tal James O’Higgins) Foucault, sin explicar una teoría al respecto, simplemente poniéndolo en práctica, muestra el poder que tiene la palabra, sobre todo cuando dicha desde ciertas posiciones de privilegio y con una bella retórica. Y decide no hacer uso de ella en un momento que él, como académico, considera peligroso. Debo reconocer que Foucault me dio una bofetada que me hizo reírme de mí mismo.
Immanuel Kant hizo cierta vez una diferencia muy interesante y útil acerca de la diferencia entre el uso público y el uso privado de la razón. A aquellos que les parezca muy escandaloso aprender del ateo, homosexual y ex-comunista Michel Foucault, tienen la opción de aprender lo mismo del casto, templado y pietista Kant, quien en un clásico texto llamado “¿Qué es la Ilustración?” (famoso por el “Sapere Aude!”) expone diversos ejemplos de la diferencia entre el uso público y privado de la razón. Entre ellos da el ejemplo de un oficial del ejército que, a la hora de la batalla no puede cuestionar la orden de su comandante, sino su vida y la de otros corre peligro. Pero, ciertamente, el mismo oficial puede publicar un libro en el cual explique los motivos y presente argumentos acerca del por qué él considera que una determinada estrategia militar, distinta a la de su comandante, sería más eficiente. Otro ejemplo dado por Kant es (¡oh sorpresa!) el del clérigo que ha hecho una suscripción confesional a la hora de ser ordenado como ministro (como los presbiterianos en relación a la Confesión de Fe de Westminster) y que tiene la obligación de enseñar desde el púlpito la confesión de la iglesia a quien representa. Allí el pastor no es “Fulano De Tal”, con nombre y apellido, sino un representante oficial de la iglesia que habla con una autoridad que no procede de sí mismo sino de su investidura (como muy bien lo simboliza la toga negra que muchos de nosotros usamos, la cual tiene la finalidad de ocultar nuestra individualidad… aunque algunos la usan motivados solamente por el factor estético y no simbólico, pero eso es tema para otro post). Este es el uso público de la razón. Pero ese mismo pastor puede sentarse alrededor de una mesa con un grupo de colegas, amigos o alumnos suyos y, mientras toma una cerveza de Wittenberg y degusta un jabalí asado (como muy bien lo sabía hacer Lutero) puede expresar su visión particular acerca de cosas que la iglesia no reconoce en su confesionalidad o en sus estatutos. Tal es el uso privado de la razón.
Creo que un pastor reformado no ve dicotomía entre el uso público y el uso privado de la razón, sino complementación. Por ejemplo, un pastor responsable sabe que la confesión y los estatutos de su iglesia no son infalibles, sin embargo, endosa en gran parte lo que su iglesia confiesa y practica, cumpliendo y haciendo cumplir dichos estatutos pues entiende que este no sólo es su deber como representante oficial de la iglesia a la cual pertenece sino también porque está convencido y de limpia conciencia ha considerado que los estatutos de su iglesia le representan en su postura como individuo. De otra manera, si no fuera así, es mejor que no sea ordenado clérigo de dicha denominación y que busque una iglesia más adecuada a su forma de pensar. Pero, puede ser también que él se considere representado, y muy bien representado, por los estatutos de su iglesia, pero habiendo puntos críticos específicos que no le representan. Si él tiene los suficientes argumentos para demostrar que su postura es la más bíblica, sin duda que debe hacer uso de los canales regulares para llevar el tema a discusión en los concilios correspondientes y buscar que su iglesia cambie en ese aspecto que él considera esencial. Mientras los estatutos de su iglesia no cambien, es su deber cumplirlos y hacerlos cumplir como están.
Ahora: cuando los temas en los cuales él está en desacuerdo son no-esenciales y dependen más bien de ciertas posturas personales discutibles, sin duda que debe haber tolerancia en pro de la unidad y es entonces cuando, con mayor razón, debe haber un uso responsable de la razón privada y una obediencia humilde hacia los estatutos de la iglesia en el uso público de la razón.
Pues bien, toqué sin querer el tema de la suscripción confesional, pero sólo tangencialmente. En otra oportunidad lo haremos de manera más directa. Por ahora interesa esto: seamos más responsables con nuestras opiniones personales. Pero no dejemos de darlas cuando corresponda. Si el Señor nos ha dado dones como la retórica, la elocuencia, la capacidad argumentativa, etc. debemos saber usarlos con temor y temblor. He visto jóvenes confundidos yendo al altar porque su pastor, irresponsablemente, les ha dicho su opinión personal, de que sería bueno que se casaran, como ley. Otros han tenido que vivir sintiéndose culpables o hipócritas porque su pastor le prohibió algo que la Biblia no prohíbe, pero que él de vez en cuando “tiene un desliz” y lo hace igual (jugar fútbol, ver televisión, escuchar rock, beber una copa de vino en una fiesta familiar, etc.). ¿Cuántos están perdiendo sus empleos por obedecer reglas que Dios no ordenó? ¿Cuántas esposas están, en lugar de ganando a sus maridos para el Señor perdiéndolos porque el pastor las obliga a ir a la iglesia en días y horarios imprudentes para realizar tareas domésticas que deberían primero realizar en sus propias casas? ¿Y qué hablar de los misioneros, seminaristas y jóvenes pastores frustrados que se prepararon y fueron al campo ministerial a fracasar sólo porque a su pastor de aquella época le pareció que ellos tenían un llamado místico e inexplicable?
Como dije, no siempre los resultados son desastrosos gracias a la sola misericordia del Señor, pero la responsabilidad del atalaya es la misma, independiente de los resultados y deberemos rendir cuentas por nuestra labor pastoral ante el Señor que ve más allá de los resultados externos o de las meras estadísticas.
Por último, al margen de mis opiniones personales, importa lo que la Palabra de Dios dice y por eso los dejo con ella:
“Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.” (Marcos 7.6-8)
2 comments:
Uno de los principales motivos por la cual soy presbiteriano es porque en esta Iglesia se me enseñó lo que así mismo podía ir comprobando en las Escrituras a través del uso de mi discernimiento en libertad de conciencia. Los pastores y líderes que me guiaron en mi crecimiento en Cristo mantuvieron (me atrevo a decir) con fidelidad, o por lo menos con distorsiones muy marginales, los preceptos y estatutos que a su vez recibieron ellos de la tradición reformada.
Me identifica mucho lo que nuestro pastor señala con claridad respecto a las tristes pérdidas y tropiezos que aquellos inescrupulosos han producido en muchas denominaciones evangélicas, principalmente porque he vivido en carne propia los abusos de poder con rasgos tiránicos de estos pseudo pastores. Y si digo que soy presbiteriano es por la misericordia del Dios altísimo, pues me rescató de grupos sectarios que no andan conforme a la doctrina una vez dada a los santos, que no saben nada del fundamento apostólico y por lo tanto pueden sindicarse como apóstatas. Así de claro. Para muestra un botón: el autodenominado pastor evangelista que me predicó el evangelio (se cumple también aquí la misericordia de Dios, quien puede hacer hablar hasta a las piedras), que dirigía una obra “de avanzada” escindida de su iglesia local (dirigida ésta a su vez por “la pastora” -su mamá, y cuyo esposo era inconverso-)me obligó mediante conjuro a seguirle a él, y golpeándome en el pecho con su musculoso dedo índice, quizá para aumentar el énfasis de la pretendida autoridad de su demanda, me requirió como discípulo DE ÉL (sic). Esa fue una gota de rebalse de un vaso que estaba colmado de eventos, por decirlo suavemente, “raros”.
Pero no hay contraste si sólo vemos un tono. Y digo que por misericordia de Dios soy presbiteriano pues aquí se me mostró la verdad revelada tal como fue entregada pues no estaba la figura casi omnipotente del pastor autárquico que conocí, sino una SOLA SCRIPTURA que me cautivó (literalmente: soy preso de la palabra de verdad). Puede ser entonces que mi testimonio sirva para poner de manifiesto la necesidad de que quienes hablen, sólo hablen como dice el apóstol Pedro: “CONFORME A LA PALABRA DE DIOS” (es el mismo apóstol quien dice que los pastores no deben someter a la grey bajo su señorío, sino más bien ser ejemplo de los creyentes).
Ahora bien, tal como señala nuestro amado pastor, diciendo “… que un pastor reformado no ve dicotomía entre el uso público y el uso privado de la razón, sino complementación”, me parece a mí también (suena como si yo fuera algo, por lo menos algo similar a una autoridad, lo cual no es cierto… pero doy mi opinión como quien ha alcanzado también misericordia…y digo esto sin la más mínima pretensión, Dios es testigo) que el sentido calvinista de integralidad de la vida, en particular acá del uso de la razón, es un complemento sin el cual no hay ya sentido. Es decir que si TODO ámbito de la vida cristiana es controlado por el Señorío de Cristo, entonces “con mayor razón la razón”: si todo ha de hacerse para la gloria de Dios, eso incumbe al ámbito privado y el público, al religioso y al secular, al cotidiano y al laboral, al ocio, la entretención, a los hobbies, etc.
Entonces un pastor dedicado y riguroso es cuidadoso de lo que habla en cualquiera de estas esferas, pues sabe que su opinión es influyente. Y pienso que no tiene sentido el uso dicotómico de la libertad, pues aún el problema de las dos naturalezas del creyente se da en una integralidad que no permite separar el dolor de la alegría, la realización de la frustración, etc. Vale decir, un pastor que da su opinión sabe que puede afectar nuestra individualidad ovina aún siendo una mera opinión, pues las ovejas miran su ejemplo (y en especial lo que habla). Un líder cristiano (me gusta esa manera de referirse a la función pastoral) no habla “ex cathedra” pues su oficio no es meramente académico o sacro, sino muy por el contrario, debe partir por tener la capacidad de persuadir y disuadir a los otros, puestos bajo su autoridad espiritual, en todos los ámbitos de la vida, a tiempo y fuera de tiempo como dice el apóstol, en asuntos cotidianos inclusive. Los creyentes nos preguntamos: ¿qué pensará mi pastor respecto de este tema o del otro?, y así complementamos y cotejamos nuestro razonamiento y fortalecemos nuestra voluntad con las de aquél que es puesto para nuestra edificación y cuidado.
Personalmente prefiero a un pastor que me habla tanto de la expiación limitada como de la eutanasia o de las teorías creacionistas. Mi pastor ha de plantearme sus puntos de vista para estimular en mí la capacidad de análisis crítico, pues mi pastor me ha formado de tal manera que ya no necesito de leche sino que puedo adquirir alimento más sólido, y puedo complementar aquello con una cosmovisión reformada integral, precisa, sólida y práctica. ¿Me explico? Mi Señor me dió la vida, y mi pastor me ayuda para saber administrarla en un mundo implacable, sofisticado, en medio de la vorágine de la técnica y del consumo, de la soledad, del abandono…
De este modo podremos incluso estar en capacidad de discrepar. No en asuntos de doctrina básica, claro, ni respecto de nuestra responsabilidad moral y santificación que es según la verdad (no podemos discrepar de las Escrituras), pero sí de aquello que me obliga a actuar o a pensar de un modo distinto a lo que me dicta mi conciencia conforme a mis convicciones personales. ¡Ah, bendita libertad de conciencia! Gracias a Dios porque ya sea que comamos, o que no comamos, del Señor somos….
Creo que un pastor que no adiestra las capacidades cognitivas, emocionales y volitivas de sus ovejas no ha aprendido a ejercer en plenitud su ministerio, y no podrá realizarse plenamente. Su felicidad está santamente ligada a la de los otros. “Instruye, reprende, redarguye con toda paciencia y doctrina…”, señala Pablo a Timoteo, sabiendo que la comezón de oír es un signo de los tiempos. Sin embargo, aclaremos que si los creyentes, sacerdotes universales, jueces de los ángeles y del mundo venidero, no sabemos decidir entre qué programa de televisión ver ni podemos juzgar si acaso es bueno o malo ir al estadio o a un recital de jazz, no es por culpa de la opinión del pastor o del predicador de turno… es tanto del chancho como del que da el afrecho, en todo caso…
Termino de un modo diferente, haciendo cuestión e interpelando a los lectores de este blog: ¿por qué no escriben sus opiniones? ¿Por qué no contribuir a la comunicación? ¿Sólo los pastores y líderes opinan?
Creo que no…
Dios bendiga a nuestros pastores… y despierte a los pastoreados.
ANDRÉS MOREIRA VALDERRAMA.
Querido Jonathan!
Me demoré en leer tu post. Confieso que cada vez que entraba al blog comenzaba a leer, pero al presentarse algo dejaba de leer.
Pero esta vez, cerré la oficina y aquí está el resultado de eso.
Al principio pensé que era uno de esos "viajes" tuyos. Sin embargo, me sorprendió la claridad de tus ideas.
Somos hijos de una tradición evangélica muy pastoralista. Donde la palabra del Pastor o "el líder" equivale lo mismo a la del "Rabí" en el NT.
Un hecho interesante de Lucas 12 muestra a Jesús evitando dar su opinión y presentando un principio. Un hombre se le acerca y le dice: "Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia". Jesús evita su opinión personal (aún teniendo pleno derecho como Rabí a emitir su juicio), pero le responde: "¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?, el problema está en la ganancia". Y comienza a dar cátedra acerca del carácter de Dios.
Los pastores deberíamos tener ese mismo cuidado. Nuestra responsabilidad es guiar a las personas para que se encuentren con el caracter de Dios revelado en Su Palabra. No nos corresponde a nosotros solamente emitir la interpretación correcta de cada texto de la Palabra. Al final, como buenos reformados "nuestra conciencia está cautiva a la Palabra de Dios" y no a la de ningún gurú.
Nuestro desafío es enseñar y si emitimos nuestra opiniones personales (solo por nuestra posición privilegiada) que podamos tomar conciencia que ellas cobran importancia cuando se le pregunta a las demás personas las suyas.
...
Excelente post Jony!
Continúa haciéndonos pensar...
Tu amigo...
Caleb
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