Thursday, October 15, 2009

CHILE ENTRE LO MEDIEVAL Y LO MODERNO


"Nos dijeron cuando chicos: jueguen a estudiar. Los hombres son hermanos y juntos deben trabajar. Oían los consejos, los ojos en el profesor, había tanto sol sobre las cabezas. Y no fue tan verdad porque esos juegos al final terminaron para otros con laureles y futuros y dejaron a mis amigos pateando piedras. (...) Bajo los zapatos: barro más cemento. El futuro no es ninguno de los prometidos en los 12 juegos. A otros enseñaron secretos que a mí no, a otros dieron de verdad esa cosa llamada educación. Ellos pedían esfuerzo, ellos pedían dedicación y ¿para qué? Para terminar bailando y pateando piedras." Así cantaba Jorge González en "El baile de los que sobran" por allá por los '80. Así es Chile, lleno de desigualdades y de eso quiero hablar un poco en este post.

No es secreto para ningún chileno que Chile está dividido y muchas veces, de tan obvio, dejamos hasta de pensar en ello, pero nos movemos igualmente en el "ethos" de un país dividido.

Políticamente, las diferencias fueron (sobre todo en los '80), para muchos, irreconciliables. Lo suficiente para alejar padres e hijos, hermanos y hermanas, tíos y sobrinos, miembros de la misma iglesia y hasta pastores y presbíteros. Hoy tomamos la política menos en serio, pero lo que se dijo hace años en una conversación o en un almuerzo familiar, de forma tan ofensiva y visceral, a muchos aún les pesa... y duele.

Social y económicamente, sin embargo, aún vivimos las que son, tal vez, las peores divisiones. Chile siempre ha tenido una mentalidad de sociedad estamental y era natural que así fuera hasta la instauración de la República en el siglo XIX. Las sociedades estamentales, característica de las civilizaciones antiguas y medievales, son aquellas que se organizan a partir de la concepción de que no son todos iguales, ya que hay familias y sangres que son mejores que otras, o al menos más aptas, para tener bienes, poder y prestigio. Por lo tanto se dividen en estamentos fijos e inmóviles, donde el campesino será siempre campesino, así como sus hijos y nietos y el noble siempre será noble, como sus hijos, nietos y bisnietos después de él. Tristemente, en Chile esta mentalidad medieval se mantiene casi infranqueable en una sociedad que, paradojalmente, abrazó los pilares formales de la modernidad: la república democrática y el sistema capitalista. Un país con un sistema democrático de gobierno y un sistema capitalista de mercado, pero con mentalidad estamental se puede tornar en un monstruo: los líderes políticos difícilmente se tornan líderes porque un día se valoraron sus méritos, sus propuestas o su visión de nación por sí mismos... en realidad, ellos pertenecen a ciertas familias, algunas muy antiguas (que eran los mismos antiguos latifundiarios) y otras más nuevas, pero relacionadas a esas antiguas por matrimonio y, dentro de ese universo, quizás eran los que mostraban más habilidad o capacidad para la política. Aunque todos son bienvenidos para inscribirse en los partidos políticos, no todos son bienvenidos a los círculos de poder dentro de ellos (no importa de qué lado o de qué color sea el partido... la tendencia es transversal) y, por lo tanto, nunca llegan a ser ni siquiera candidatos a cargos importantes de la nación.

Económicamente, es constante y casi enfermiza la tendencia en nuestras empresas criollas a buscar que, para ciertos puestos de trabajo, se viva en cierto sector de la ciudad ("que viva en el sector oriente" dicen los anuncios de diarios), se haya estudiado en ciertos colegios (más caros que el presupuesto familiar de la mayoría de los "shilenos") y se tenga algún apellido de alta alcurnia o, al menos, uno sea recomendado por alguien de ese entorno, sólo para demostrar que existe cierto "roce". Esto produce ciclos viciosos interminables de producción de riqueza a través de un sistema capitalista (lo cual es muy bueno y moderno) que, sin embargo, se acumula dentro de un círculo casi cerrado de la sociedad (lo cual es pésimo y muy medieval). La brecha de desigualdad sigue aumentando.

Por supuesto, el sistema democrático de gobierno y el sistema económico capitalista, tienen fuerza por sí mismos y siempre permiten honrosas, y muy contadas, excepciones. Pero ahí está precisamente el problema: lo que debería ser la regla, en realidad son excepciones en Chile.

Sin duda que el espacio y el tiempo no nos permiten un análisis más profundo como, por ejemplo, acerca del rol muchas veces represor que en realidad cumple la educación en Chile, o de las ideologías autoritarias que, haciendo uso del resentimiento y odio de los excluidos, despiertan siempre el interés de algunos nobles más paternalistas y se apropian indebidamente de los discursos sindicales y se toman el monopolio de la denuncia social.

El sistema democrático y el capitalismo sólo son beneficiosos en sociedades que han vencido la mentalidad estamental, o sea, en sociedades realmente modernas donde partimos de la base que todos son iguales porque todos son creaturas de Dios bajo su Soberanía absoluta, hechas a su imagen y semejanza: libres y responsables, y donde, sobre esa base, creemos que las personas deben ser recompensadas y valoradas por su propio esfuerzo, trabajo, constancia y méritos como en la parábola de los talentos y no por el origen de su familia, ni por el lugar de su domicilio. El sociólogo Ernst Troeltsch, sin ser calvinista y siguiendo a su maestro Max Weber, admitió que el primer teólogo que puso las bases para una sociedad no-estamental, donde hubiera mobilidad social fue Juan Calvino. Pero el mérito no es de Juan Calvino, es de la mentalidad escritural, de una cosmovisión bíblica consistente, integral y no dualista.






El vino nuevo debe ser puesto en odres nuevos... ¡qué complicaciones trae poner vino nuevo en odres viejos! Se rompen los odres y se pierde el vino... ¡fatal!






Como un bebé de 9 meses jugando con una calibre 38 cargada de balas: eso es Chile y su capitalismo. Eso es Chile y su democracia. Este es el caldo de cultivo ideal para que, entonces, haciendo uso de la frustración, la dececpción y la rabia de los excluídos, florezcan todo tipo de ideologías dañinas y engañosas que sólo son la antesala del autoritarismo, como el socialismo, el comunismo, el "progresismo" (como le dicen ahora).


Por otro lado, el arribismo, la búsqueda constante de "arrimarse a buen árbol" y de abandonar tu entorno y olvidar tu familia para, a punta de deudas, irte a vivir adonde puedes tener roce con los de alta alcurnia, se torna una característica propia de los chilenos de clase media, porque en una sociedad estamental es muy importante tener la buena del señor feudal y estar cerca de él para que un día él te vea, te descubra y te dé la mano de su hija como en una fantasía de teleserie mexicana.






En este caldo de cultivo caben todos y no puedo dejar de mencionar a los católicos reaccionarios de siempre, que no faltan; los que argumentan que la solución es que Chile vuelva a ser medieval. Aún recuerdo a los profesores que me hicieron leer a Weber en la UC sólo para demostrar un punto: que la modernidad capitalista, engendro protestante, es mala ¡puaj! Una lectura que ciertamente Weber no aprobaría. Una especie de síntesis tomista-weberiano-marxista (no importa lo opuestas e irreconciliables que sean sus teorías: "la fe todo lo puede")... ¡todo vale! Con tal de combatir la modernidad y que podamos volver a un estado dominado por el papismo, donde se prohiban las píldoras del día después en los consultorios, donde no se pueda enseñar a usar preservativos, donde en cada acto público tenga que estar un cura lanzando agua bendita, donde los parlamentarios siempre consulten al Consejo Episcopal antes de tormar una decisión, donde el papa nos resuelva los conflictos limítrofes con otros países: he ahí el sueño dorado de estos reaccionarios... malas noticias: ¡parece que lo están logrando!






Amigos a los cuales quiero y respeto mucho, lamentablemente no entienden las diferencias sociales y culturales que vivimos en Chile. Ellos fueron criados en contextos donde nunca les faltó comida en la casa un día en la tarde cuando llegaron del colegio con hambre. Ellos no saben lo que es buscar y rebuscar las monedas en los bolsillos de todos los de la casa para "hacer una vaca" e ir a comprar un litro de leche para el desayuno. No saben lo que es estudiar y tratar de aprender las matemáticas, la historia y la gramática para sacarse buenas notas que no te sirven absolutamente de nada después en la PSU o en la Universidad. Hoy ya no los envidio, no les tengo más rabia, gracias a Dios. Sólo me gustaría que entendieran: ellos fueron criados en contextos donde sus méritos, su responsabilidad y su inteligencia sí eran valorados. "Sé responsable, estudia, aprende, lee... ¡quizás llegues a ser presidente de Chile!" son excelentes consejos. Pero muchos de los chilenos nos volvemos escépticos a ese discurso siendo aún muy jóvenes y con razón. Hoy nos reímos de nuestra ingenuidad de aquella época infantil en la que creíamos que podíamos ser presidentes de la nación cuando estudiábamos en el liceo AZ-14723. Porque rápidamente nos damos cuenta de que, en demasiados casos, tu esfuerzo, tu mérito y tu inteligencia no tienen ningún valor si no eres un Ruiz-Tagle, un Piñera, un Enríquez-Ominami Gumucio o un Arrate. Muchos de ellos no entienden lo que es poner, mintiendo, en tu currículo un teléfono que empiece con 2 para que no aparezca tu teléfono verdadero que empieza con 7 (como el clásico episodio de Plan Z), o pedirle a una tía que te deje poner su dirección de Las Condes porque tú vives en Recoleta, o la sensación de que el liceo AZ-14723 de Conchalí aparece como una mancha de grasa horrible en ese currículo, haciendo que no importe tu título universitario, sacado con esfuerzo y a punta de créditos, en una universidad del Consejo de Rectores.






Porque crecí en "Plaza Italia pa'bajo" y todo el sector de "Escuela Militar pa'rriba" me es tan desconocido como Argentina, porque me paseaba en bicicleta por todo Independencia, Recoleta y Vivaceta con 9 años, porque aprendí a echarle la choreá y a hacerme el chistoso con los flaites de la población Santa Mónica para que me dejaran pasar tranquilo a ir a tomar la micro... y por miles de razones más, entiendo a los que sienten rabia contra el capitalismo y nuestras instituciones democráticas que nos excluyen, pero el problema no es del capitalismo ni de las instituciones democráticas en sí. El capitalismo es sólo un medio de producción de riqueza y la democracia es sólo el menos malo de los sistemas de gobierno. El verdadero problema es el capitalismo y la democracia en una sociedad con mentalidad estamental.





Amo Chile. Amo Santiago. Y estoy de acuerdo con todos aquellos que, sinceramente, quieren un país mejor. Pero un país mejor no es un país medieval donde la hegemonía de una iglesia (y que los diarios y programas de TV le dan con llamarle estúpidamente de "la Iglesia") y de su doctrina tenga que estar en todas las instancias autoritariamente. Un país mejor tampoco es un país, supuestamente moderno, guiado por la incredulidad y el humanismo, liderado por ideologías revolucionarias que sólo llevan a crueles tiranías (no olvidar: existen las tiranías parlamentarias). Yo creo que un país mejor es un país donde los verdaderos principios de Cristo y de Su Palabra están en los corazones y conciencias, en un adecuado equilibrio entre Soberanía de Dios y responsabilidad y libertad humanas.





Por eso, soy reformado y quiero Reforma para mi país: ¡Vino nuevo en odres nuevos!


Thursday, June 11, 2009

LIBERTAD RELIGIOSA EN LA MIRA II

(continuación del post anterior...)

Este tipo de programas de pseudo-denuncia, como “En la mira”, siempre tienen un enemigo por programa, sólo 1, no más que eso. ¿Cuál era el enemigo aquí, detrás de los obispos brasileños de la “Universal”, de José Luis de Jesús Miranda y de la patética “machi-evangélica” de Independencia? Obviamente: LA LIBERTAD DE CULTO. ¡¡Ella es la culpable de todos estos males, según Macarena Pizarro y su equipo!!

Soy sincero cuando digo ¡que me dio mucha pena darme cuenta! Chile sigue siendo tan medieval, tan sesgado. Los poderes hegemónicos se mantienen intactos no sólo en lo político y en lo económico, sino también en lo religioso y en lo cultural. “¿Quién controla todo esto?” preguntaba el caballero de Independencia. ¿Y quién debe controlarlo? Pregunto yo. ¿El tribunal del Santo Oficio? ¿El estado en sólida alianza con la alta curia romana?

Pero, a lo largo de todo el programa, dentro de mí susurraba la respuesta a toda esta mescolanza patética de confusión religiosa y lucha por mantención de la hegemonía romana. Y es que este es un dilema transversal que atraviesa el corazón religioso de Chile: o somos fácilmente engañados por sectas que, claramente, son dañinas y engañosas o la sombría sotana del romanismo inquisitorial nos ofrece dudoso refugio.

¿Y qué respuesta era la que susurraba dentro de mí?: ¡Chile necesita una Reforma! Un Lutero que luche al mismo tiempo contra la superstición popular y contra la tiranía de conciencia del papismo. Un Calvino que instruya en la Palabra de Dios con elocuencia y claridad no sólo a los creyentes, sino también a la sociedad y que permita que la diáfana voluntad de Dios ilumine un Chile que aún no ha salido del oscurantismo.

Y es que, al final del día, la libertad de culto es un traje que le queda grande a Chile todavía, pero no creo que la solución sea, por esa causa, botar el traje, sino: CRECER.

Todas las religiones tienen derecho a manifestarse. La libertad de culto es consecuencia lógica de la libertad de expresión. Y si Luis Miranda quiere decir que es el cristo y el anticristo al mismo tiempo ningún poder estatal tiene por qué “controlar” eso. El astuto canalla Obispo Robston, el típico sin-vergüenza inteligente de la “Universal” lo dijo bien: “aquí a nadie le ponemos una pistola en la cabeza ni le obligamos a darnos el dinero… todos lo hacen voluntariamente”. Si Robston quiere decir que los que den 50 lucas van a recibir 500, de parte de Dios, a cambio, tiene todo el derecho, ante el estado, de decirlo y nadie se lo debe impedir. Si él quiere decir que los que le compren aceite del Monte de los Olivos serán bendecidos ninguna ley le puede prohibir eso. Es su libertad de expresión. Al fin y al cabo – seamos honestos con la historia – por siglos el catolicismo-romano ha estado haciendo eso mismo en toda América Latina: proclamar la idolatría a su anticristo (¿o no recuerdan los llantos de los fieles y los pañuelitos blancos cuando Juan Pablo II vino a Chile a darle golpecitos en la espalda al dictador?), ofrecer bendiciones de todo tipo a cambio de dinero y vender supuestas reliquias religiosas y ramitos en la víspera de semana santa.

Esa misma libertad de expresión, sin embargo, se torna una ENORME responsabilidad para el mundo evangélico-reformado. Necesitamos la libertad de expresión y, por lo tanto, la ley de igualdad de culto, para hablar y enseñar la verdad que hace libres a los hombres.

Perdonen lo que voy a decir, pero no conozco otra forma de expresarlo: para que haya “post tenebras lux” se necesitan cojones como los tuvieron Lutero y Calvino y a muchos reformados de hoy, lamentablemente, nos faltan. Mientras discutimos entre nosotros la autoridad del Pentateuco desde la teoría documentaria o desde la autoría mosaica y mientras nos hacemos zancadillas entre pastores utilizando las metodologías más impías, anti-éticas y heterodoxas para, supuestamente, defender la ortodoxia, los chilenos perecen porque les falta conocimiento. Los que no perecen en las garras de las sectas, lo hacen ahogados entre las sotanas clericales.

A los evangélicos, sobre todo a los reformados, hago un llamado ahora (partiendo por mí mismo): No caigamos en la trampa (como de alguna manera lo insinuó Humberto Lagos en el programa) de que la libertad de culto es “demasiada”. Tenemos libertad de culto en Chile y está buena, ella debe resguardar que todos puedan decir y enseñar lo que quieran. No hay que quitarle derechos estatales a nadie ni modificar la ley para que sólo “ciertas” religiones de más años y “respeto” prevalezcan. Nada de eso es papel de una ley de culto del estado. Una ley de culto no tiene por qué detener el avance de las sectas, esa no es su función, no confundamos las esferas. LO QUE DETIENE EL AVANCE DE LAS SECTAS NO SON LAS LEYES DEL ESTADO SINO LA PROCLAMACIÓN DEL EVANGELIO Y DE TODO EL CONSEJO DE DIOS en lo que respecta a todas las esferas del ser humano.

Separación iglesia-estado no es sinónimo de aislamiento de la religión a un reducto intocable y numenal de la conciencia. ¡La religión es la raíz de todo el quehacer humano! Separación iglesia-estado sólo es posible, de hecho, con un estado que permita que todos nosotros digamos desde nuestro prisma religioso lo que es mejor para la sociedad y para el país, pero por igual… ¡sin hegemonías!

Nosotros, reformados, por lo tanto, aprovechemos la ley de libertad religiosa para proclamar con mayor ahínco (“a mayor libertad, mayor responsabilidad” decían los antiguos) la verdad de Dios, que es Su palabra. Porque sólo así los juanes, pedros y marías de Chile, si son instruidos debidamente en la Palabra, no caerán ante los Obispos Robston, ante los José Luis de Jesús Miranda (666) ni anti las machis-evangélicas de Independencia. Estos podrán decir y enseñar lo que quieran, pero sus templos estarán vacíos y tendrán, eventualmente, que cerrar y cambiar de rubro para lucrar, ya que este parece ser el único objetivo de su vida… tristemente para ellos.
¡No reivindiquemos hegemonías históricas ni de los papistas ni de los luteranos ni de los calvinistas ni de nadie! Simplemente prediquemos la Palabra de Dios, enseñemos todo el consejo de Dios y oremos para que Dios levante no uno, sino muchos Luteros, Calvinos, Farels y Zwinglios en esta generación en Chile.

LIBERTAD RELIGIOSA EN LA MIRA I


Este lunes recién pasado (8 de junio de 2009), el programa “En la mira” de Chilevisión, transmitió un interesante reportaje sobre los inescrupulosos que lucran con la fe (yo diría más bien con la “credulidad”) de las personas. En tres grandes secciones, el programa presentó las prácticas de lucro de la secta “Iglesia Universal del Reino de Dios”, también conocida por su lema “Pare de sufrir”; luego presentó las enseñanzas de la secta colombiana “Creciendo en Gracia” o “Reino de Dios en la tierra”, liderada por el que se hace llamar “Jesucristo hombre”, el señor José Luis de Jesús Miranda; finalmente presentó una secta de poca monta de la comuna de Independencia en la cual su supuesta profetiza y sanadora, cobra por sus servicios de sanación.

Un poco preocupado, debo reconocerlo, vi el aviso en el diario el domingo e hice un esfuerzo por llegar antes a casa, comer algo y sentarme tranquilo a ver el programa. Estaba preocupado porque clásicamente en Chile este tipo de programas se prestan para las generalizaciones más injustas – propias de la mentalidad católica-romana que permea nuestra cultura –, sobre todo hacia lo que es el sector de las iglesias evangélicas. Al final, sin decirlo explícitamente y gracias a un análisis superficial, estos programas terminan poniendo a los evangélicos en el mismo saco de las sectas más execrables. De hecho, en el abordaje típico de estos reportajes, supuestamente objetivos, comienzan criticando el hecho en sí mismo de que los pastores ganen dinero (porque en la mentalidad romana tomista donde el mundo ha sido dividido en naturaleza y gracia, los pastores desempeñan un oficio del ámbito de la gracia, no de la naturaleza), luego el diezmo (ya que en la mentalidad católica-romana no-bíblica el 1% es suficiente), luego son cuestionados la validez de los títulos de pastor o si estudiaron en alguna facultad para ejercer (lo cual es curiosamente contradictorio con la crítica hacia el hecho de que los pastores tengan una remuneración por su trabajo pastoral, ya que los títulos deberían ser considerados del ámbito de la naturaleza, no de la gracia, pero en fin… así es el periodismo chileno) y, finalmente, todos los evangélicos son catalogados dentro de la misma bolsa de gatos. Un síntoma claro de esto es la curiosa expresión que muchos diarios aún utilizan: “la Iglesia Evangélica declaró…”, negando así totalmente la diversidad denominacional propia del movimiento evangélico.

Me sorprendí gratamente, sin embargo, al ver que, sobre todo en el primer bloque en el que hablaban sobre la “Universal”, se preocuparon de marcar bien la diferencia entre estos fraudulentos pastores y los evangélicos sinceros. Entrevistaron incluso a un sociólogo evangélico, el mismo de siempre (Humberto Lagos ¿quién más?), pero no importa. Y mostraron a otros pastores que confrontaron directamente a la secta del “Pare de sufrir”, algunos de dudosa reputación, como el líder de los “valientes de David”, pero igual está bien… algo es algo y, por lo menos quedó claro que la “Universal” es tan despreciada por los evangélicos que aún piensan como lo es por otros sectores pensantes de la sociedad. En un momento incluso, el reportaje se puso peligrosamente al filo del anti-romanismo, sobre todo cuando comenzó a acusar prácticas tales como “mantos sagrados”, “caminos de la sal”, venta de aceite del Monte de los Olivos, ventas de pedazos de la cruz, etc. Todas estas, prácticas aprendidas del mejor catolicismo-romano medieval. Incluso fue buenísimo cuando el infame Obispo Robston de la “Universal”, arguyó astutamente que por qué ellos no podían tener autos que les pasara la iglesia, “¿o acaso los curas andan a pata?” y en esto sin duda él tenía toda la razón (“toda verdad es verdad de Dios” diría Calvino, aunque venga del más impío de los hombres), ¿o acaso es pecado que un clérigo tenga un departamento en Las Condes? ¿O que salga a almorzar a un buen restaurant después del culto dominical? Los calvinistas, que no vemos el mundo dividido en estúpidos dualismos, sabemos que no hay nada de malo en eso en sí. Lo malo es obtener el sustento a través de mentiras, engaños y manipulaciones de masas ignorantes y, creo que eso era lo que quería apuntar el programa “En la mira” en este bloque.

Hasta aquí iba bien el programa, sin embargo yo (que agradezco a Dios el don de la nariz larga) sentía algo con mal olor en el programa y no podía identificar qué era… algo hedía a cura, a romanismo cultural, a mentalidad medieval… cuando comenzó el segundo bloque comenzó a hacérseme más claro el tema: Hablaron sobre el chiste ambulante José Luis de Jesús Miranda. El homúnculo más ridículo de los auto-proclamados apóstoles y cristos. Algo había oído acerca de él y sus seguidores que se tatúan el 666 en los brazos. Traté de leer entre líneas, intentando ver más allá de lo que los periodistas de Chilevisión querían que la audiencia concluyera y pude ver que esta secta ridícula y mediatizada tenía un qué de desmitificación. Imagino osadamente que a Rudolf Bultmann le habría encantado ver cómo estos tipos se tatuaban el 666 como una declaración de desmitificación del número, del diablo y del actuar satánico en la tierra. Y ¡¿qué hablar sobre el concepto amilenial de “Reino de Dios en la tierra” y de José Luis de Jesús Miranda como “Jesucristo hombre”?! ¡Genial! El tipo es un vividor y lo reconoce públicamente. Le gusta el lujo, las mansiones y el dinero y eso él ni lo intenta ocultar con frases piadosas y santas. “Jesús tomaba vino porque en su tiempo no existía el whiskey” dice en un momento mientras está sentado en una mesa con un vaso de whisky en la mano y un puro en la otra… ¡para morirse de risa! Aquí nuevamente el programa, sin darse cuenta, cuestiona algo que la secta de Miranda tiene en común con la iglesia católica-romana: que Miranda se crea Cristo en la tierra. ¿No es exactamente similar a la doctrina papista? Si los católico-romanos tienen derecho a tener un Vicario de Cristo (obviamente falso) ¿por qué no dejan tranquilos a los pobres seguidores de “Creciendo en gracia”, entonces? Hablando cívicamente, ellos también tienen derecho a un cristo falso. Y Miranda entiende la implicancia teológica de lo que enseña y, por eso, desde 2007 comenzó a decir que, además de cristo, él es anticristo. Algo que a los papistas les ha costado siglos entender, pero que también es verdad en el caso de su papa. Si uno está en el lugar de Cristo es un anticristo… esta es la traducción más natural del vocablo griego que usa el apóstol Juan en el Nuevo Testamento. ¿Será que, entonces, a los papistas les molesta que este hombre se diga cristo, pero sea un impío que se divorció no sé cuántas veces, que vive en el lujo más obsceno y que bebe whisky, fuma puros y anda en autos lujosos? Si fuera este el caso no tienen mucho por dónde escapar tampoco… los papas han hecho escuela de inmoralidad e impiedad teniendo hijos ilegítimos, viviendo en la lujuria, mandando a matar al más puro estilo de la mafia siciliana… de las borracheras y orgías papales, abundantemente registradas en la historia, mejor ni hablar.

Me fijé, sin embargo, que en este segundo bloque, a cada ciertos disparates del homúnculo José Luis de Jesús Miranda entrevistaban a un cura chileno que se mostraba escandalizado y que en un momento incluso hizo referencia al “¿por qué la autoridad civil no hace nada al respecto?” Los mismos periodistas de “En la mira” daban a entender esto también cuando mostraban al pequeño grupo chileno de los seguidores de Miranda repartiendo folletos en el paseo ahumada con camisetas negras estampadas con el 666 (que estaban bastante cools en todo caso). Interesantemente, en el programa hacían referencia, en un cierto tono negativo, al hecho de que ellos podían predicar en Chile gracias a la ley de libertad de culto.

De a poco comencé, entonces, a captar hacia dónde iba el programa y me di cuenta que era un programa más romanista de lo que creía. Comencé a percibir una molestia hacia la pérdida de hegemonía católica-romana, como si los curas fueran los únicos con el derecho histórico a engañar a personas con reliquias de tierra santa, indulgencias y falsos cristos. El punto culminante del programa fue, de hecho, cuando un entrevistado, cuyos familiares habían sido engañados por la machi-evangélica de Independencia declaró: “¿quién controla las platas que entran? ¿Quién controla las platas que salen? ¿Quién controla todo esto?”. Esas palabras fueron repetidas hacia el final del programa con música melosa de fondo y la misma Macarena Pizarro en sus palabras finales manifestó abierta preocupación hacia el hecho de que la libertad religiosa no sería tan positiva y que aquí en Chile ahora no había límites para engañar.

Como Asaf, se me encendió la ampolleta y “entonces comprendí el fin de ellos”. Mi olfato es infinitamente más rápido que mi raciocinio y sólo tardíamente llegué a entender la intención del programa.


(continúa...)

Tuesday, October 14, 2008

SÍ, SOY CRISTIANO Y SOY ROCKERO


Durante mucho, tal vez demasiado, tiempo se nos enseñó a los evangélicos que escuchar rock era pecado. Que el rock era un estilo musical demoníaco y que los cristianos que lo tocaban terminaban siendo drogadictos, criminales o se apartaban del Señor ante el deslumbramiento de la fama y la riqueza.
El tiempo ha pasado y, bajo el gobierno soberano de la divina providencia, se ha encargado de derribar los mitos.


El pionero del rock cristiano de fines de los 60, Larry Norman, acaba de fallecer en febrero de este año 2008 con un hermoso testimonio de toda una vida de servicio a la causa del evangelio; pobre, olvidado por la masa, pero rodeado de fieles hermanos y amigos en Cristo; muy afectado después de varias operaciones al corazón, en uno de sus últimos e-mails, sintiendo la muerte cercana, simplemente terminaba diciendo: “i’m going home”. Los integrantes del antiguo Petra siguen firmes en la fe y la mayoría de los Stryper, después de un amargo y triste alejamiento, han vuelto a los caminos del Señor y con una potente nueva versión de “In God We Trust”. Bono de U2 sigue felizmente casado con la misma esposa, cuidando a sus 4 hijos en Dublin, yendo a la iglesia los domingos, participando de retiros espirituales y vigilias de oración y, obviamente, haciendo recitales por el mundo mientras promueve su campaña para erradicar de la faz de la tierra lo que él llama de “pobreza estúpida”.
Más allá, incluso, de los casos individuales la verdad es que, estadísticamente hablando, en los últimos 30 años todos los rockeros cristianos que se han apartado no suman más que los pastores tradicionalistas que han sido disciplinados por adulterio, malversación de fondos o enseñar doctrinas anti-bíblicas.
Así va la cosa. Nos empezamos a dar cuenta que al final no era el rock el malo, sino el corazón humano.


Pues bien… ¿por qué soy rockero y cristiano? No soy dialéctico idealista ni discípulo de Heráclito de Éfeso o de Hegel, no me siento especialmente inclinado hacia las síntesis de contrarios. La razón por la que soy cristiano y rockero es porque veo absoluta coherencia entre una cosa y la otra. Y algunas de las razones son las siguientes:
El rock es un estilo musical que surge como expresión de una generación desencantada con los metarrelatos del proyecto moderno. Estos metarrelatos, sobre todo el de la Razón (con R mayúscula) y el acceso a la Verdad (también con V mayúscula) por medio de ella, se vio ampliamente cuestionado desde el mismo Nietzsche y la música de su amigo Wagner así lo refleja.
Pero es en el siglo XX donde este sentimiento de desencanto va a cuajar. En el ámbito de la música académica (o clásica): Schoenberg y la música dodecafónica, Stockhausen y la música electrónica, John Cage y la música concreta. En el ámbito popular: Chuck Berry y los primeros rock & roll de tres acordes (entre ellos, curiosamente, uno llamado “Roll Over Beethoven”), Elvis y su pelvis bailarina, Los Beatles y la sicodelia.
Después de muchos desencantos que la modernidad nos produjo (Hiroshima, el Holocausto judío, los Goulags, etc.), nos cansamos de metarrelatos que nos hablaban de una Razón omnisciente y omnipotente que guiaba a la humanidad hacia un progreso infinito, que nos enseñaba la desconfianza hacia las emociones y sensaciones de placer y que nos inculcaba un estilo de vida de “ascetismo secularizado”, de auto-negación por el bien del progreso y del desarrollo de conceptos tan abstractos e intangibles como “Nación”, “Pueblo”, "Equidad" y “Humanidad”.


Ese cansancio tomó forma musical concreta en el rock (“concreta” incluso en el sentido histórico-artístico de la palabra, como en “Revolution 9” de los Beatles en el Álbum Blanco). El rock es una música que apela a los sentidos. En el rock se muestran honestamente el placer y la ira; toda esa visceralidad que el pensamiento occidental moderno había olvidado o que, infructuosamente, había intentado negar, buscando suprimir nuestros instintos más básicos. Instintos que, sin embargo, Dios nos dio y con los cuales Él nos creó para que le busquemos y, una vez habiéndolo encontrado, nos deleitemos en Su presencia.
El rock es un estilo musical con fuerte énfasis en el ritmo más que en la melodía y en la armonía y que, por lo mismo, expresa y produce placer y ser cristiano es, de hecho, haber encontrado y saber disfrutar el mayor y más intenso placer: Dios. Al final, el antiguo Catecismo Menor de Westminster ya lo enseñaba y John Piper lo reafirma: glorificar a Dios es lo mismo que gozar de Él para siempre.
El rock es, también, con sus distorsiones y sus gritos, un estilo muy apropiado para expresar ira y, como bien dice A. W. Pink, la ira es un atributo divino que los sabelotodos humanos generalmente consideramos como una especie de mancha en el carácter de Dios, cuando en realidad es una de sus perfecciones. La fría indiferencia hacia el mal, tan característica del modernismo (fíjense en el supuesto “profesionalismo” de muchos psiquiatras y abogados cuando tratan con las perversiones humanas) es más pecaminosa que sentir ira. La ira es santa y buena, cuando expresa anhelo de santidad y de justicia verdadera. Dios se aíra contra el pecado, Jesús se airó contra el etnocentrismo farisaico. Prefiero eso a quedarme, en nombre de la “Razón” y la “Lógica”, indiferente frente al mal.


Sin duda que con todo ese desencanto hacia los metarrelatos modernos, también vino el relativismo filosófico-ético anticristiano. Como cristiano, obviamente rechazo todo esto, pero no quiero botar al bebé junto con el agua sucia de la bañera. Digo esto porque muchas veces este desencanto, que algunos llaman “postmodernidad” es contrapuesto per se al cristianismo, como si ser cristiano fuera ser, necesariamente, moderno. ¡Me niego rotundamente a eso! La fe en la “Razón” no es cristiana, no es protestante, es humanista y es idolatría; mi fe está puesta en Dios, la razón es un don que Él me dio para servirle mejor, nada más. Abanderarme con el iluminismo no sería sabio ni bíblico, pero muchos por rechazar el relativismo, lamentablemente, caen en el engaño y se posicionan con las posturas, también anti-cristianas, del iluminismo. Ser cristiano no es ser “postmoderno” ni tampoco es ser “moderno”: ser cristiano es “no conformarse a este siglo” (Rm 12.1-2)
Las únicas opciones no son ser “moderno” o ser “postmoderno”. Hay otra opción, no circunscrita a una época determinada porque es eterna, la de ser, como diría C. S. Lewis, un “mero cristiano”. Y como tal, rechazo tanto la frialdad racional del modernismo que endiosó a la Razón como el relativismo filosófico-ético del postmodernismo. Soy emocional y no me avergüenzo de serlo, sino todo lo contrario: le agradezco al Señor que me dio las emociones, así como me dio la razón.


Ser honesto con mis emociones, al más puro estilo de los Salmos bíblicos, y poder expresarlas libremente, son un regalo que me llega a través del rock. El rock me permite manifestar este “gozar de Él para siempre” que es el propósito de mi vida. El rock me permite, también, agradecer a Cristo la indecible victoria que me ha dado por Su sangre y todas las demás bendiciones que Él me da, como el rey David (que a mi entender era todo un rockero), el rock me hace mover los pies delante de Jehová aunque las Micales me menosprecien en su corazón. De hecho, ya que lo mencionamos, ¡qué respuesta rockera la de David a Mical!: “Danzaré delante de Jehová y aun seré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado” (2Sm 6.21-22). ¡¡Puro rock & roll!!

El rock también me permite gritar a un mundo indiferente mi ira contra la injusticia y contra el pecado que habita en mí, primeramente, y en esta sociedad. Los Who rompiendo sus guitarras en el escenario no son nada al lado de un Jesús que echa a los comerciantes del Templo… ¡eso es ira verdadera! Ira justa y santa del Mesías y no la ira de un “rebelde sin causa”. El rock me permite dar vuelta las mesas de cambistas que habitan mi alma y esta sociedad hipócrita, mientras grito a lo Bruce Dickinson: “¡¡¡Quitad de aquí esto y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado!!!” (Jn 2.16). ¡¡Puro metal!!

En el rock encuentro gozo, placer, ira y tanta emocionalidad y honestidad que, como cristiano que busca vivir coherentemente con su cosmovisión, no soy capaz de rechazarlo como medio de expresión.
No endioso el rock, no lo necesito, no dependo de él; sólo dependo de Dios. Pero Dios me dio la gracia de nacer en el año en que Lennon murió, de pasar mi infancia escuchando los vinilos de los Beatles los sábados por la mañana junto a mi viejo, de ver en mi pubertad en Televisión Nacional “The Wall” de Pink Floyd, de saltar al ritmo de “Smells like teen Spirit” en más de alguna fiesta en mi adolescencia, de poguear al ritmo de un punk-rock frenético en un recital de Los Miserables en Valparaíso, de cantar hasta la disfonía a Los Tr3s, a Fito, a Charly y a Los Prisioneros en las fogatas veraniegas de los campamentos en La Granja Presbiteriana. No puedo ignorar todo ese bagaje que forma parte de lo que soy.


Hoy soy pastor presbiteriano y tengo que tomar una postura frente a todo lo oído, lo gozado, lo vivido, lo cantado y lo gritado. Y esta es:


Sí, soy cristiano porque amo a Cristo sobre todas las cosas y adoro únicamente al Trino Dios de la Biblia. Y sí, soy rockero porque le agradezco a Dios el don del rock que me permite deleitarme, cantar y, muchas veces, gritar lo que hay dentro de mí. Porque el Señor me dio la gracia de nacer en una época donde existe este vehículo de expresión que hago mío para glorificar a Dios y deleitarme en Él.

¡Dios sea alabado y larga vida al rock!

Monday, October 06, 2008

¡NO MÁS CONCURSOS DE BELLEZA!


En la excelente película “Little Miss Sunshine” (otra de las tantas que me han hecho reír y llorar de forma abundante últimamente), la reflexión final de uno de los personajes, un adolescente “loser” de una familia “loser” que conversa con su tío “loser”, le da el hilo conductor a la película: “¿sabes qué? ¡La vida es un maldito concurso de belleza tras otro! La escuela, después la secundaria, después la universidad… ¡Al demonio la vida! ¡Al demonio los malditos concursos de belleza!
Cuando leía en Hechos 5 la historia de Ananías y Safira esta semana, no pude evitar recordarme de ese diálogo de “Little Miss Sunshine”. Y es que VIVIMOS EN UN MUNDO QUE ES COMO UN MALDITO CONCURSO DE BELLEZA. Un mundo donde todos observan nuestros atributos para evaluarnos. ¿Cómo te vistes? ¿Cómo hablas? ¿Qué trabajo tienes? ¿Cuánto ganas? ¿Cómo te diviertes?
A las mujeres: ¿cómo es tu físico?
A los hombres: ¿cuán exitoso eres?
Una vez que hemos aprobado un determinado standard, somos aceptados y entonces, después de haber pasado el test de aprobación, nos tornamos merecedores del respeto, de la amistad, del amor de los demás.
Todos buscamos ser amados. Esa es nuestra necesidad más esencial y básica. Eso es lo que nos mueve a vestirnos, hablar, comportarnos de tal manera, o estudiar tal carrera, o buscar tal trabajo: la necesidad de ser aceptados, amados.
A pesar de toda esta carnalidad en la que yo muchas (demasiadas) veces me sumerjo, aún así Dios me da un golpe en el hombro y me hace mirar hacia la más bella figura de todas (una belleza más bella que la belleza de la Miss Universo, que la belleza de un Porsche cero kilómetro, que la belleza de un hermoso atardecer o que la belleza de generosos actos de bondad y solidaridad): la belleza del Señor Jesús dilacerado, deformado y ensangrentado, colgando de una cruz, dando su vida por mí.
Y con ese sólo recuerdo, el Señor me dice: “con amor eterno te he amado, por tanto te he prolongado mi misericordia y seguiré prolongándola”. Cristo me libró de todos los malditos concursos de belleza de esta vida. Cuando Dios (ni más ni menos que ¡DIOS!) Se hizo hombre y derramó su sangre en la cruz, él me dijo y me dice: yo te acepto. Yo te amo. Ven así como estás.
Pero cuán frecuentemente olvidamos eso y seguimos actuando como si Dios nos aceptara sólo en la medida en que hacemos esto o dejamos de hacer esto otro. Pero el amor de Dios es el mismo amor siempre. Dios no es como esas personas que te dicen al inicio: “te amo como eres” y después que ya les entregaste tu corazón te exigen esto o lo otro. La relación con Dios no es un concurso de belleza espiritual. Dios no es un jurado evaluando tus atributos espirituales, tu compromiso, tu consecuencia, tu bondad hacia los demás.
¡ESTA GRACIA ES LA ESENCIA, EL ADN DE LA IGLESIA! Pero esto también se nos olvida fácilmente y muchas veces hacemos de la iglesia un concurso de belleza: “Miss santidad”, “Mister consagración”. ¡Qué triste cuando esto ocurre!
Cuando hacemos de la iglesia un concurso de belleza, pecamos terriblemente. A veces lo hacemos de las formas más básicas y simplonas, imitando 100% al mundo: nos fijamos en cómo el otro habla, en cómo se viste, en cómo usa el pelo, a qué segmento social pertenece y hacemos de estas cosas el parámetro para evaluar si vamos a incorporar al hermano a nuestro círculo de amigos o no. Es interesante cómo, antes de saber si la persona es casada, si tiene hijos, hace cuánto conoce al Señor o si tiene alguna necesidad espiritual para que oremos, primero queremos saber su profesión u ocupación o su postura política. ¡Qué extraño! Me da risa cómo muchos actúan como su fueran ABC1 sin serlo ¿por qué hacen esto? ¿Qué se saca con eso? ¡Qué raro! Otros actúan como si fueran más inteligentes que los demás ¿para qué?
Otras veces nuestros concursos de belleza son más espirituales, más religiosos, pero son concursos al fin y al cabo: ¿Cuántas veces competimos para ver quién es más santo, quién es más consagrado, quién tiene más compromiso, quién viene más, quién canta u ora con más fervor, quién sabe más de la Biblia, quién tiene menos vicios, quién tiene más hijos en la iglesia, etc. etc.?

Cuando veo la imagen bíblica de la iglesia no veo nada del glamour de un concurso de belleza: no veo luces sobre un escenario bien montado, no veo un lugar lleno de aroma a Chanel n° 5 y laca para pelo, no veo lindos cuerpos desfilando en trajes de noche, no veo implantes de silicona, Botox, ni liposucciones, no veo un jurado evaluando, no veo peinados ostentosos, no veo farándula, no veo flashes ni alfombras rojas….
Cuando veo la imagen bíblica de la iglesia veo el taller de restauración de muebles de un carpintero: con aserrín por todos lados, lleno de nauseabundo olor a neoprén, herramientas esparcidas sobre los mesones y un montón de piezas y muebles desarmados o a medio armar, uno de esos muebles (tal vez el más desgastado y feo) soy yo… el otro eres tú.
La iglesia es el taller del carpintero, donde Él moldea nuestras vidas. La iglesia es un cuerpo compuesto de miembros defectuosos, pero que en conexión con la Cabeza, que es Cristo, y en dependencia de Él, son sanados, transformados y hechos útiles.
Eso fue lo que se les olvidó a Ananías y a Safira. Ellos empezaron a pensar que la Iglesia era un concurso de belleza para ver quién era más generoso y dadivoso.
La historia de Ananías y Safira está en Hechos 5, pero fíjense en los versículos inmediatamente anteriores (Hechos 4.34-37). Es interesante cómo Ananías y Safira, al ver estos actos de generosidad voluntaria de tantos creyentes, entre ellos Bernabé, ellos solitos, sin que nadie les dijera nada, se sintieron presionados a causar la misma impresión.
“¡Qué ganas de que nos respeten como respetan a Bernabé! ¿Qué podemos hacer para que todos nos acepten y admiren como lo hicieron con Bernabé?”… “¡se me ocurrió una idea!”, dice Ananías: “vendamos nuestra propiedad y digamos que la vendimos por menos, así nos quedamos con algo de dinero de la venta y todos nos van a admirar”.
¿Uds. lo logran ver? ¡Ananías y Safira han entendido mal todo desde el inicio! Ellos creen que la iglesia es un concurso de belleza espiritual, para ver quién es más generoso.
Su pecado no fue sólo mentir. Esa fue la expresión concreta que tomó su pecado, pero el pecado de ellos era más profundo y Pedro lo dice en el v. 3: ellos permitieron que Satanás llenara su corazón con mentiras del tipo: “si Uds. No hacen lo mismo que Bernabé, entonces no van a ser aceptados por la comunidad y nadie los va a respetar”. Además de esto, Satanás llenó su corazón con envidias hacia Bernabé y los otros cristianos que tomaron como opción personal entregar la totalidad de sus bienes. Pero Ananías y Safira no eran como Bernabé y en vez de reconocerlo y pedir la oración de sus hermanos, se pusieron un par de implantes espirituales de silicona y trataron de parecer lo que no eran. Ellos amaban demasiado este mundo, para ellos eran demasiado importantes sus bienes y, sobre todo, la posición de prestigio que podían tener ante los demás.
No dejemos que Satanás llene nuestro corazón en la iglesia hoy.
No hagamos de la iglesia un concurso de espiritualidad, ni un concurso de conocimiento teológico, ni un concurso de generosidad, ni un concurso de compromiso. A Dios no le interesa elegir, ni menos que nosotros elijamos, a la “Miss Espiritualidad”, ni al “Mister Sana Doctrina”, ni a la “Miss Desprendimiento”, ni al “Mister Puntual”. Todos esos concursos de belleza no llevan a nada.
SOMOS LA COMUNIDAD DE LA GRACIA. Somos el taller del Carpintero. Es poco glamuroso, lo sé… pero es auténtico y aquí es el espacio para ser uno mismo. Claro que es importante ser espiritual, tener sana doctrina, ser generoso con la obra de Dios y tener un compromiso firme. Pero si no eres una, varias o ninguna de esas cosas, entonces no te preocupes más: sólo reconócelo y entrégate en las manos del Carpintero y Él te arreglará, mientras tanto nosotros, tus compañeros de caminada, dejamos a un lado las críticas, los juicios, los prejuicios y te aceptamos sin evaluarte primero, oramos contigo, te tomamos de la mano si caes y aprendemos a amarte como la hace el Carpintero desde toda eternidad. Eso es ser Iglesia.
Quitémonos la espiritualidad plástica:
¡Afuera los implantes espirituales de silicona! El Señor sabe quiénes somos… Él nos hizo así.
¡Ya no más liposucciones que sólo arrancan nuestras individualidades y aquellos detalles específicos de nuestro carácter que nos hacen hermosos como Dios nos creó!
¡Basta de sonrisas hechas de Botox en los cultos y reuniones de la iglesia!
Es tiempo de ser auténticos. Hay demasiados concursos de belleza en esta vida como para que hagamos de la iglesia uno más…

Tuesday, July 01, 2008

JESÚS Y LA RELIGIÓN ORGANIZADA


"Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos." Mateo 8.1-4.


Me fascina Jesús de Nazaret. A muchos nos ocurre que entramos al seminario creyendo que ya hemos aprendido suficiente acerca de Él, y que ahora toca aprender y profundizar en otros niveles más altos: hebreo, griego, exégesis, teología sistemática, historia eclesiástica, etc. ¡Cuánto nos engañamos cuando pensamos así! La simplicidad de la lectura de los evangelios sólo para encontrarse con Jesús, con lo que él enseñó y realizó, siempre es capaz de fascinar el corazón, de desafiar la mente y de humillar los más elaborados sistemas teológicos que uno haya incorporado. Y debo reconocer (no sé si para vergüenza o para orgullo mío) que así lo he experimentado en pleno ministerio, después de mi ordenación.
Uno de los milagros que siempre más me fascinó de Jesús fue cuando, al concluir el Sermón del Monte, en pleno auge de su popularidad, Él sanó a un leproso. Últimamente me volví a encontrar con este texto y dos cosas me impactaron profundamente, la primera antigua para mí, la segunda, nueva para mí.
Lo primero: Desde la primera vez que oí esta historia no me deja de conmover el hecho de que Jesús “le tocó”. ¡Increíble! ¡Maravilloso! Jesús sana con el poder de su palabra (Mateo 8.16) no con toques mágicos ni con trucos al estilo David Copperfield. Para Jesús los milagros son actos naturales, transparentes, directos, ya que Él siempre, desde el principio, dio órdenes y la naturaleza siempre obedeció (Génesis 1.3). Y en el caso de este leproso no fue distinto, Jesús dio una orden: “sé limpio” y con eso Jesús le sanó “al instante”, dice el texto.
Entonces ¿por qué le toca? Y más aún: ¿por qué le toca antes de sanarlo? La respuesta es sencilla, pero impactante: porque Jesús sabía que este hombre leproso, creado a imagen y semejanza de Dios, había perdido su dignidad y era tratado peor que un perro; hacía meses, tal vez años, que nadie, absolutamente nadie le tocaba. Jesús le sanó el cuerpo con su palabra, pero con su toque le sanó el corazón. Con su orden “sé limpio”, echó fuera la lepra, pero con el acto de tocarle, le devolvió la dignidad y echó fuera la soledad, el desprecio y las heridas emocionales de este hombre. Este es Jesús de Nazaret: el Mesías compasivo.
Sin embargo lo segundo que este texto me reveló fue algo nuevo para mí que nunca antes había percibido con claridad: que Jesús es un hábil estratega en la revitalización de la religión. A algunos, que insisten porfiada, herética y estúpidamente, en separar al Jesús histórico del Jesús de los evangelios, les gusta imaginar un Jesús revolucionario, un anti-religioso que criticaba a los fariseos porque eran religiosos no porque eran hipócritas en su religión. Se me hace cada día más difícil estar de acuerdo con estos tipos. Nada en los evangelios, cuando hacemos una lectura honesta de ellos, da a entender algo como esto. En Jesús no hay contradicciones: él aborrece la falsa religiosidad, pero ama la religión verdadera, con sus leyes, sus rituales y sus instituciones.
Observen que Jesús, estratégicamente, le ordena al leproso cumplir las reglas de su religión con un propósito: “para testimonio de ellos”, dice el versículo 4. La idea de Jesús es darle una nueva vitalidad a la vida religiosa de este hombre leproso y de los mismos judíos.
Déjenme explicarlo más detalladamente:
Una antigua ley, muy probablemente empolvada en los rincones de la casa del sacerdote volvió a tener vigencia con este milagro de Jesús. Una ley que en aquel tiempo los escribas y los sacerdotes debían encontrar una raridad, una cosa casi mitológica y que la encontramos en Levítico 14: leyes sobre qué hacer cuando un leproso es sanado.
¿¿Quién usaría una ley como esa?? ¿¿Quién osaría tomar en serio una ley que habla sobre qué hacer cuando una enfermedad incurable es curada?? Imagino a uno que otro escriba o maestro de la ley de la época de Jesús diciendo: “lo más probable es que esta ley sobre la limpieza de los leprosos sea un injerto de un autor posterior, no creo que Moisés haya escrito esta ley tan rara”, o tal vez: “esta ley refleja el espíritu ingenuo y la falta de conocimiento de aquella época de Moisés y Aarón, no tiene ninguna vigencia para nuestros días, excepto como una moraleja acerca de que siempre hay que pensar positivo”.
Y allí están estos teólogos sabelotodos entretenidos en una conversación acerca del carácter fantástico, mitológico o simplemente simbólico de las antiguas leyes cuando de repente se presenta este hombre, bajo la orden de Jesús, con dos o tres testigos y unos animales para sacrificio: “Shalom, venerable sacerdote, ¿se acuerda de mí? Yo soy fulano de la ciudad tal que vino hace unos años y Ud. me diagnosticó la lepra… bueno, vengo a presentarme para cumplir el ritual de la purificación del leproso porque hasta ayer era leproso pero hoy estoy limpio porque Jesús de Nazaret me limpió”. Imagino la cara de este sacerdote. ¡Qué paradojal, pero qué real (hasta el día de hoy)!: un religioso incrédulo. Un glorioso milagro ocurriendo frente a sus narices y él tratando de justificarlo en su mente.
O tal vez no. Tal vez este sacerdote sorprendido, fue, desempolvó el viejo capítulo 14 de Levítico, lo leyó con atención, cumplió la ley y cuando finalmente había completado el ritual, comenzó a tomar otra actitud cada vez que ministraba en el Templo. Tal vez comenzó a hablar con sus colegas sacerdotes cosas como esta: “¿Hasta cuándo vamos a seguir estas leyes como si fueran sólo frías prescripciones rituales? ¿Saben qué? ¡La ley de Jehová es perfecta que convierte el alma! ¡Yo lo he visto! ¡Sé que el Señor sigue siendo hoy tan poderoso como lo fue en los tiempos de Moisés! Y tengo la prueba: se llama Jesús de Nazaret”. ¡¡Qué maravilloso testimonio el que este hombre leproso debía dar!! Un mártir en el sentido griego de la palabra, un verdadero testigo de la fe con su vida más que con sus palabras, eso es este hombre que un día fue leproso. Sin ser un gran sacerdote, sin ser un escriba ni un intérprete de la ley, sin pertenecer al poderoso partido de los fariseos o de los saduceos, este sencillo hombre que tuvo un encuentro real con Jesús, fue como una chispa en un montón de pajas secas.
Por eso me gusta este encuentro con Jesús. Y por eso me gusta cuando las personas se encuentran con Jesús verdaderamente, sobre todo los religiosos, los que van a la iglesia. Y es que seamos honestos, el problema de nuestros tiempos es básicamente el de los tiempos de Jesús: las instituciones religiosas están llenas de personas incrédulas, que llevan a sus niños a la Escuela Dominical, que asisten a los cultos, que andan con una Biblia debajo del brazo, que cantan los himnos con todas sus notitas bien puestas, que se conocen la Forma de Gobierno y el Manual de Disciplina, pero que hace tiempo dejaron de creer en un Dios personal y Poderoso que tenga algún poder para intervenir y cambiar sus vidas, o tal vez peor: nunca en realidad han siquiera creído en algo como eso.
Y es por eso también que mi más ardiente anhelo no es en absoluto que las personas abandonen las instituciones religiosas y se lancen a adorar a un hippie barbón a quien llaman Jesús. Mi más ardiente anhelo, de hecho, es que en todas las iglesias las personas se encuentren con Jesús como este leproso. Porque sólo un encuentro verdadero con Jesús puede hacer que la participación de alguien en una iglesia tenga propósito. Si no te has encontrado con Jesús, como este leproso, tu religión no tiene absolutamente ningún sentido. Es una cáscara inútil y vacía, destinada a la putrefacción.
Jesús quiere revitalizar nuestra religión. De hecho, estrictamente hablando, Jesús no vino al mundo ni realizó su ministerio terrenal con el fin de fundar una nueva religión – el cristianismo –, sino que Jesús vino a darle vitalidad, renovación, frescura a la única religión verdadera de todos los tiempos: el temor de Jehová, quien es el único y verdadero Dios. Estoy absolutamente convencido de que sólo el cristianismo bíblico es la continuación del judaísmo del Antiguo Testamento y no las distintas expresiones de lo que hoy llaman judaísmo.
Las preguntas para nosotros ahora, por, tanto son: ¿Dejaremos a Jesús actuar con su poder en nuestras iglesias? ¿Le dejaremos enseñar en nuestras Escuelas Dominicales? ¿Lo dejaremos presidir nuestros concilios y consultaremos a Él nuestras decisiones? ¿Le pondremos a Él en el centro de nuestros cultos en vez de a la tradición, a la innovación, a la contextualización o a cualquiera de esos ídolos que gobiernan nuestros cultos evangélicos de hoy en día? Empecemos contestando a estas preguntas individualmente y después llevémoslas a las asambleas y concilios.
Que Jesús tenga misericordia de nosotros. Que Cristo alce su rostro sobre nosotros y nos dé, individual e institucionalmente, el Shalom de un encuentro con Él, como lo hizo con el leproso. ¡Amén!

Friday, June 13, 2008

BOB DYLAN SOBRE LAS PREGUNTAS ESTÚPIDAS Y EL ÉXITO


Ya hace algunos años que he empezado a cultivar una lenta y cada vez más incondicional admiración por Bob Dylan. El cantante norteamericano que comenzó en el Folk de protesta social y se volcó (casi como un traidor para los jóvenes universitarios demócratas de los 60) hacia el Rock & Roll es un tipo escurridizo en todos los sentidos. No sólo su carrera musical y política, sino su misma vida religiosa es camaleónica a morir. Nacido judío (como Robert Zimmerman), se pegó un salto del escepticismo que traen consigo el abuso del acohol y las drogas al mismísimo fundamentalismo-pentecostal-premilenista a fines de los 70 e inicio de los 80, sólo para después desaparecer de la escena religiosa y no hablar más del tema, hasta hace un poco tiempo atrás, cuando reconoció en una entrevista que sigue creyendo en lo que dice la Biblia, que usa himnos protestantes como base para componer sus músicas y que no sólo cree que el fin se acerca como un lento tren ("Slow Train Coming": nombre de su primer álbum gospel del '79) sino que ahora avanza cada vez más rápido.

En fin, datos freak aparte, quisiera mostrarles un pequeño pedazo de una entrevista que Dylan concedió a una revista en los '60. Muchos acusan a Dylan de ser incoherente en las entrevistas en aquella época. Yo no lo creo. Me parece que mentes privilegiadas, como la de Dylan, se pueden dar el lujo de entretenerse en sus respuestas cuando les hacen preguntas estúpidas como la que está más abajo. Esta es la primera lección que rescato de este trozo de entrevista.

Lo segundo, es que realmente me encanta cómo en su ironía Dylan muestra que no siempre los que logran el éxito son personas extraordinarias que escogen serlo a costa de mucha disciplina y esfuerzo (como reza el american dream), sino que simplemente pueden ser gente común, o simples idiotas, a quienes se les presenta una oportunidad única y la aprovechan... ¿un ejemplo actual de esto? Homero Simpson... ¡Ok, es un monito animado! Pero ¿y qué me dicen de George W. Bush? Es más estúpido que Homero y más poderoso... y, aunque no lo crean, ¡no es un monito animado!

Bueno... sin más divagaciones personales, aquí va algo de la sabiduría rockera del Venerable Gran Maestro Bob Dylan:

Entrevistador: ¿Qué te hizo decidir ser una estrella de rock?

Bob Dylan: El descuido. Perdí mi único amor verdadero. Empecé a beber. Lo primero que recuerdo después es que estoy jugando a las cartas, después estoy jugando a los dados. Despierto y estoy en una sala de pool. Entonces esta enorme mujer mexicana me saca de la mesa de pool y me lleva a Filadelfia. Me deja solo en su casa y esta se incendia. Me voy a Phoenix. Consigo trabajo haciéndome pasar por un chino. Me pongo a trabajar en un “todo a mil” y me voy a vivir con una chica de 13 años. Entonces, esta enorme mujer mexicana de Filadelfia viene e incendia la casa. Me voy a Dallas. Me consigo un trabajo como un “antes” en una propaganda de “antes y después” de Charles Atlas. Me mudo con un chico que trabaja en un camión de reparto que puede cocinar fantásticos chiles y hot-dogs. Entonces esta chica de 13 años de Phoenix viene e incendia la casa. El chico del camión de reparto, que no era tan simple, le pasa el cuchillo a ella y lo próximo que recuerdo es que estoy en Omaha. Es muy frío allá. Para este tiempo ya estoy robando mis propias bicicletas y friendo mi propio pescado. Me da una racha de suerte y consigo trabajo como carburador en las carreras de autos todo jueves en la noche. Me mudo con una profesora de secundaria quien también hace un poco de gasfitería por otro lado y quien inventó un tipo especial de refrigerador que puede tornar el papel de diario en lechuga. Todo está yendo muy bien hasta que aquel chico del camión de reparto aparece y trata de acuchillarme. A estas alturas no necesito decirlo: él incendió la casa y yo puse mis pies en la carretera. El primer tipo que me dio un aventón me preguntó si yo quería ser una estrella. ¿Qué podía decirle?


¡Sos grande Dylan!
Those about to rock, we salute you!

Thursday, May 15, 2008

LOS LIBERALES CONTEMPORÁNEOS Y EL DR. MALITO



Los gobiernos autoritarios temen a los creyentes verdaderos porque ellos tienen un parámetro superior y absoluto por el cual juzgar todas las leyes y acciones humanas, aunque estas procedan de un rey, de un presidente, de un parlamento o de quién sea. Nada, ni siquiera algo que ha sido aprobado por la voluntad de un 50% + 1 debe ser obedecido por un cristiano, si es algo que va contra las órdenes de Dios. Y el cristiano lo sabe muy bien.
La Palabra de Dios promete persecuciones contra los cristianos y cada vez más hostiles a medida que el fin se acerca. Los valores torcidos y mal comprendidos del mundo contemporáneo son los mismos valores y beneficios que nosotros (los cristianos y, más específicamente, los protestantes) un día proclamamos y enseñamos a la sociedad: respeto por la dignidad humana, libertad de conciencia, tolerancia hacia los que piensan distinto, gobiernos democráticos en los países, etc. etc. No siempre fuimos coherentes en la práctica con estos valores (son valores mayores que nosotros), pero sí siempre estuvieron implícitos en nuestros principios. Son los valores cuya cáscara ahora es usada, curiosamente, contra el cristianismo para llamarlo de "ideología peligrosa". Los principios religiosos que eran la raíz y sustento teórico de esos valores, fueron cortados y ahora esos valores… o lo que quedó de ellos son usados, dentro de una lógica contradictoria, para perseguir a los cristianos.
El mundo contemporáneo olvida que:
a. No hay dignidad humana sin la fe en que el hombre fue creado por Dios y es imagen y semejanza de Él. Olvidan que la dignidad humana no tiene mucho futuro como concepto si nos igualamos a las amebas o a los babuinos.
b. No hay libertad de conciencia sin la fe en que Dios ha revelado Su voluntad absoluta en la Escritura para que nosotros usemos nuestra libertad para obedecerla. Olvidan que el mismo concepto de libertad implica en un camino correcto que debe ser seguido.
c. No hay tolerancia real sin la fe en una verdad absoluta a partir de la cual debatir y juzgar, con respeto, qué opiniones son correctas y qué opiniones son falsas para así producir un debate fructífero. Olvidan que el relativismo y el escepticisimo no son tolerancia y que, de hecho, la destruyen.
d. No hay verdadera democracia sin la fe en que el hombre, que es pecador y cuya naturaleza está caída, necesita frenos en el ejercicio del poder. Olvidan que la democracia es sólo la menos mala de las formas de gobierno, no la más perfecta, y que aún en democracia pueden existir ("y existen" diría Foucault con firmeza) métodos de control de conciencia.

Todos los valores que pseudo-pensadores como Pedro Lemebel, Dan Brown, Pamela Jiles, Richard Dawkins, los columnistas del The Clinic y muchos otros están vomitando contra los cristianos, son los valores que el mismo cristianismo les sirvió en la boca. Son valores que sin la fe en Cristo y en las Escrituras como Palabra de Dios no pasan de cáscaras vacías, estuches de hierro sin nada adentro, pero que esclavizan y encierran a la sociedad en los totalitarismos más inusitados. Totalitarismos tales como mandar callar a los que defienden los derechos del no-nato, denunciar y encarcelar a quienes enseñan que la homosexualidad es una perversión, denigrar injustificadamente la integridad personal de alguien que cree que hombres y mujeres, iguales en dignidad y condición, deben ocupar funciones diferenciadas en la familia, en la iglesia y en la sociedad.
Los liberales modernos no pasan de hijos ingratos y rebeldes con un surto de pataletas irracionales que no conducen a ningún bien concreto para nadie, ni siquiera para ellos mismos.
Decir que son como Satanás les queda grande… decir que son como el Doctor Malito (archienemigo de Austin Powers que resultó ser su hermano gemelo, hijo de Nigel Powers) tal vez sea más cercano a la realidad…