(Continuación...)
En mis años de adolescencia aprendí de alguna manera, no sé muy bien por qué (y lo confieso: estoy medio arrepentido), a tenerle más simpatía a la postura de “izquierda”, sólo para darme cuenta, no mucho tiempo después, que esta postura no era tan de izquierda como lo creía ¿y hoy? Hoy me doy cuenta que gran parte de los partidarios de esa postura no tienen nada de izquierdistas. Nuestro país ha sido gobernado durante los últimos años exclusivamente por la derecha. La llamada “Alianza por Chile” es una derecha que históricamente ha apoyado a Pinochet y su gobierno totalitario (algunos la tildarían de “derecha fascista”, lo cual es, claramente, una generalización) y que tiene su peso político, sobre todo a la hora de no permitir que ciertas leyes de gran beneficio social se aprueben y promulguen, todo en pro del respeto a las libertades individuales. ¿Y la Concertación? Es la otra derecha. Una derecha antipinochetista, pero derecha al fin y al cabo. Sus representantes están ligados históricamente a la defensa de la democracia y de la libertad en los tiempos del totalitarismo. Sin embargo, para decirlo en buen chileno, su plan macro-socio-económico “es de derecha igual no más”. Ya que a la hora de optar en la famosa tensión bien-común/libertades-individuales, generalmente se inclinan hacia las libertades individuales... de las elites economicas de este país.
Echo a volar mi imaginación y pienso, con todo el respeto que los muertos se merecen, que Luis Emilio Recabarren se suicidaría tres veces al ver un gobierno “socialista” como el de Ricardo Lagos. ¿Y cuántos discursos llenos de denuncia social no saldrían de la voz de Salvador Allende ante los titubeos que el gobierno – también “socialista” – de turno manifiesta sobre qué hacer con el dinero que está entrando al país gracias al alza del cobre (nacionalizado)? Tal vez Violeta Parra y Víctor Jara tendrían más de algo que cantarnos con su guitarra y su voz, haciendo crítica a los gobiernos de la Concertación y contemplando los paros estudiantiles, las tomas de terreno, las filas de urgencia de los hospitales o los aplausos de empresarios al gobierno de “izquierda”.
En estos tiempos mediáticos, donde la gran máxima es “si lo dice la televisión debe ser verdad”, es muy fácil hacer un montaje del presidente saliente diciendo discursos con el dedo parado, saludando a unas señoras en la población, usando un casco de minero en Chuquicamata, etc y todo esto con un fondo musical de Quilapayún de los ’70, para finalmente decir que este fue un gobierno socialista.
No soy marxista, no pretendo serlo y, con la ayuda de Dios, jamás lo seré. No creo en la cosmovisión materialista, ni en los ideales del humanismo iluminista ni en sus engendros, llámense “marxismo”, “liberalismo”, “nihilismo”, “existencialismo”, “posmodernismo”, “feminismo” o "etc.ismo". Pero sí, como creyente en Cristo, quiero honrar a Dios reconociendo la verdad donde quiera que ella se encuentre, pues, como decían Agustín de Hipona, Juan Calvino y alguien más antes de ellos que no me acuerdo: “toda verdad es verdad de Dios”. ¿Y qué verdad veo? Veo que las “ideologías burguesas” que Marx tanto denunciaba – aquellos discursos, categorizaciones y conceptos que funcionan como verdaderas cortinas de humo que ocultan la realidad tal como es y no permiten al pueblo emanciparse – son una realidad palpable en Chile. Claro que, como siempre, los paganos que tienen sus momentos de verdad hablan la verdad un tanto distorsionada. Por eso, usando como trampolín el concepto marxista de “ideología”, en realidad me refiero a una verdad más alta y mucho mejor conceptuada, puesto que revelación de Dios: aquello que el apóstol Pablo llama de “artimañas del engaño” (Ef 4.14), “argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Cristo” (2Co 10.5), “filosofías y huecas sutilezas según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo” (Cl 2.8). Jesús lo llamaría simplemente de “mentira” (Jn 8.44), un concepto profundo que no simplemente significa el antónimo de “verdad” sino que implica también un ocultamiento de la verdad a través del uso amputado de la misma (“medias-verdades” dirían algunos), un ocultamiento que acarrea consigo la esclavitud del alma y la muerte y destrucción de la dignidad humana (Jn 10.10; 8.32).
“Otro evangélico que demoniza la política” dirán los simplistas que aman más sus conclusiones precipitadas y prejuiciadas que la verdad. Y la verdad es que hoy no soy de “derecha”, ni de “izquierda”, ni “extremista” en ninguno de los sentidos que la política actual permite serlo, tampoco soy partidario de ese chiste político llamado “centro”. Pero sí soy político, no sólo en el sentido general aristotélico, ya que en ese sentido todos los somos, unos más políticos, otros más animales, otros bastante de ambos al mismo tiempo. Tengo una postura política bastante definida y que, cada día que pasa, se define mejor. Lástima que en este país no haya sector (entre los oficialmente conocidos, al menos) que me represente.
(aunque no lo crean... todavía falta, pero claro que si quieren comentar pueden hacerlo... Continuará...)
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