Thursday, July 06, 2006

(bosquejando una opinión reformada) SOBRE POLÍTICA EN CHILE III

(Continuando... la tercera parte y final del texto)

Nunca me sentí muy atraído hacia la derecha clásica (UDI, RN), inicialmente por prejuicio (lo reconozco), pero hoy tengo razones claras y entre ellas está la siguiente: su conservadurismo behaviorista – motivación filosófica por la cual muchos de ellos han apoyado históricamente a Pinochet – y su pleitesía al catolicismo romano – que es cómo se manifiesta muchas veces la derecha en Chile – no me representan en absoluto. Pero, sobre todo, de la derecha no me representa su apoyo explícito a un sistema económico que considero perverso, un sistema que valida el egoísmo y la opresión al pobre y desvalido, este sistema no sólo reconoce el egoísmo humano como una realidad – lo cual es bíblico y, por lo tanto, mucho más realista que Marx o Rousseau – sino que va más allá: legitima pecados como la codicia, la ambición o la usura. Y los torna el motor por el cual la economía y las sociedades avanzan. Una cosa es ver que, por los misteriosos designios de Dios, las naciones se enriquecen debido a la opresión y a la ambición de sus latifundiarios, industriales o banqueros y otra muy distinta es decir que la riqueza obtenida de esa manera agrada a Dios y le glorifica. Soy calvinista y entiendo que mi fin último como individuo, como ciudadano y como parte de una sociedad organizada políticamente, es glorificar a Dios y lo que le glorifica es obedecer Su voluntad revelada en la Escritura (pregs. 1 y 2 del Breve Catecismo de Westmisnter). Aunque en sus designios ocultos Él opte por glorificarse a sí mismo a través de la pecaminosidad humana, eso no me da derecho a legitimar la corrupción humana; las cosas ocultas pertenecen a Dios, las reveladas son para obedecerlas (Dt. 29.29). ¿Haremos males para que nos vengan bienes? “¡Claro que no!” respondería el apóstol Pablo. Hermanos defensores del capitalismo neoliberal: no confundamos las cosas, algo puede ser legal, pero aún así ser inmoral, sobre todo para un cristiano. ¡Y viceversa también! Muchas veces lo moralmente correcto también puede ser declarado ilegal por un gobierno o una sociedad.
Por otro lado, hoy no me siento nada de atraído hacia la izquierda. La izquierda verdadera, la marxista, no me representará jamás por las razones que ya dije: no soy materialista, creo en un Dios personal y soberano que creó todo lo que existe y que tiene control sobre la historia, dirigiéndola hacia donde le place; es Dios quien mueve la historia, no la lucha de clases. Tampoco creo en la dignidad y bondad humanas per se, pues la dignidad humana existe por analogía: somos imagen y semejanza de nuestro Creador, Dios, y eso nos dignifica como criaturas y habiendo sido creados buenos, nos hemos desviado de Dios y somos pecadores y transgresores. Además, considerar que Dios podría o no existir (agnosticismo) no es para mí una postura razonable, es lisa y llanamente: blasfemia, dureza de corazón y necedad (Sl 14.1; Rm 1.18-25), pues, como diría Francis Schaeffer: “He is there and he is not silent”. Él es el Dios que se ha revelado en la creación y en su infalible Palabra.
Entonces, como buen chileno, ¿mi alternativa política podría ser algo más “moderado”, así como PPD, DC, PRSD o PS? Exactamente por las mismas razones que no apoyo a la derecha histórica, no apoyo a esta nueva derecha, llamada “Concertación”, que se ha ido perfilando en el poder. ¿Pero veo alguna diferencia entre ellas? Claro que sí: que la derecha histórica apoya el sistema económico perverso explícitamente, mientras que esta nueva derecha lo hace de manera un poco (sólo un poco) más velada. Y no me gusta la sensación de que los poderes políticos me están metiendo el dedo en la boca, entreteniendo a los chilenos con una serie de medidas-parches. Además, dentro de este híbrido concertacionista hay sectores que le rinden tanta pleitesía al catolicismo-romano como la extrema derecha. Y, para colmo de contradicciones, cuando las cosas se ponen complicadas y hay que obtener el voto popular, hacen una serie de declaraciones humanistas que apelan a la dignidad del ser humano per se y a la necesidad del diálogo porque, al fin y al cabo la verdad no existe y debemos entre todos construirla en la intersubjetividad. Si por lo menos fueran consecuentes con este discurso anti-cristiano los respetaría, ¡pero no lo son! A la hora del veremos, simplemente imponen lo que les parece mejor a ellos, al fin y al cabo ellos mandan y nosotros, el pueblo, no sabemos nada de democracia, por el sólo hecho de que no levantamos el dedo frente a las cámaras durante la dictadura militar. Así actúa el poder concertacionista: como una red interdisciplinar que nos educa para que seamos cada vez más dóciles (si tiene dudas sobre esto, lean a Michel Foucault) y dispuestos a tragar lo que nos traigan… aunque sea basura.
Estas son las alternativas que el mundo nos presenta, proponiéndonos una falsa antítesis a través de la constante pregunta (muchas veces silenciosa): ¿eres de derecha o de izquierda? El mundo siempre nos hace eso. Nos tiende trampas diciéndonos: “¡ya pues! ¡Posiciónate! ¿Derecha o izquierda?” Y nos presenta dos opciones como las únicas posibles o, en su defecto, alguna mescolanza entre ellas. Y los creyentes nos quedamos estupefactos; analizamos lo que oímos desde niños en casa, recordamos los reportajes de la T.V., pensamos en Pinochet y sus medidas socio-económicas y, finalmente, decimos: “¡Derecha!”, “¡Izquierda!”, “¡Centro-Izquierda!”, “¡Centro-Derecha!” y así caemos en la trampa, tragándonos por entero el binomio humanista naturaleza/libertad sobre el cual se basan todas las posturas políticas conocidas en el mundo hoy. Este binomio naturaleza/libertad es el gran tema de la modernidad, que puede resumirse en la pregunta: “¿somos seres determinados por nuestra naturaleza en términos de causa-efecto y leyes naturales o somos seres libres que no pueden ser determinados por nada y que optan qué es lo que quieren ser en plena autonomía?” Esta pregunta ha sido respondida de diversas formas y, en el ámbito de las organizaciones sociales, las distintas respuestas a esta pregunta han generado las posturas políticas que hoy conocemos. Sin embargo ninguna de las respuestas es correcta para un cristiano por una simple razón: la pregunta está mal hecha. ¡Tal binomio (naturaleza/libertad) no existe! Dios es absolutamente Soberano sobre todo el Universo y Él es un Ser Personal y totalmente libre, que no está determinado por nada que no sea su propio Ser y Carácter, y Él creó al ser humano libre y cuando ejercemos nuestra libertad Él cumple y realiza sus designios soberanos. ¡Para quien entiende estas verdades bíblicas, no hay contradicción!
Pero, otros creyentes, cuando confrontados con el tema de la política, caen en una trampa más denigrante, cuando ante las opciones presentadas (derecha, izquierda o sus intermediarios) dicen: “¡La política es del demonio! ¡Es del mundo! Ella dividió a mi familia, dividió a mi iglesia, dividió a los chilenos. Así que un cristiano no debe meterse en política. Nunca voy a hablar de política ni me voy a manifestar al respecto” y así caen en un binomio que tal vez sea aún peor, ya que nos aliena de la realidad social que deberíamos influenciar como sal y luz (Mt 5.13-16) y nos hace posicionarnos de igual forma, sólo que de manera inconsciente, ya que no existe ser humano que no tenga una postura política, puesto que todos tenemos valores, anhelos y sueños para nuestra sociedad. Los que adoptan esta última postura caen una herejía que San Agustín ya combatió y deshizo en el siglo IV: “maniqueísmo”, una especie de neo-platonismo exacerbado que considera que la materia, el mundo visible con sus estructuras socio-culturales es algo malo en sí, mientras que el espíritu, el mundo invisible de las verdades que están más allá de los sentidos, es lo bueno y a lo que nos debemos dedicar. Esta última postura, por lo tanto, también es anti-cristiana.
Por eso he decidido decir “¡basta!”. El humanismo iluminista y sus engendros, llámense libre-pensamiento, marxismo, agnosticismo, materialismo o libre-mercado no me representan y jamás lo harán. He decidido no comulgar en esas posturas filosóficamente opuestas al cristianismo bíblico. No me uniré en yugo desigual. Pero tampoco me retiraré del mundo como un montanista. Simplemente quiero hacer lo que Dios en Su Palabra ordena: vivir en este mundo y actuar en él buscando siempre, en todo, la gloria de mi único Señor, por eso quiero hacer valer mi postura política sin necesidad de someterme a organizaciones cuyas bases son el paganismo y el humanismo anti-cristiano. Cuando alguna causa común me una a alguna postura humanista, lo hará circunstancialmente – como, por ejemplo, la lucha contra la hegemonía y tiranía del catolicismo romano en Chile – pero jamás orgánicamente. Orgánicamente sólo pertenezco a un Cuerpo: al Cuerpo de Cristo. Ellos podrán ser mis compañeros de armas durante algunos momentos muy específicos, pero jamás serán mis hermanos, ni los llamaré de tales. No quiero ser “miembro” de ninguna organización que no confiese a Cristo, quien se reveló a sí mismo Palabra, como el Señor soberano sobre toda la creación y la historia. Podré ser simpatizante de algunas ideas o “momentos de verdad” que los paganos han tenido y tienen; podré ser incluso un co-beligerante, pero mi identidad no se definirá a través de la pertenencia orgánica a ninguna organización que no sea la Iglesia universal.Soy un creyente chileno y como tal quiero actuar en Chile. Así quiero vivir mi ciudadanía: como ciudadano del Reino de los cielos, que no es un Reino etéreo y lejos de esta realidad material y social, sino un Reino presente hoy en Chile, que bajo el comando del Espíritu de Dios somete todos los ámbitos del quehacer y saber humanos a Cristo el Señor. Tengo claro que mi anhelo es ver – como reza un lema típico evangélico – un “Chile para Cristo”, no sólo en el plano de más individuos que entregan su alma al Evangelio de Cristo, sino también a nivel del cuerpo, los quehaceres, el trabajo, las instituciones, los valores, la cultura, y tantas otras áreas de nuestro país que hemos dejado en manos del enemigo y que incluso hemos contribuido para que así sea. Debe ser por eso que desconozco tanto este país. Pero sobre todo lo amo y mi mayor muestra de amor será ya no callar mi postura política, sino manifestarla, corregirla en lo que sea necesario y actuar a partir de ella. Creo sinceramente (y no utópicamente… la historia está de mi lado) que si más creyentes nos unimos en un propósito similar este nos será un Chile cada vez más familiar, puesto que cada vez más rendido a Dios y a Su gloria.


SOLI DEO GLORIA

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